El peligro de Gaza, o el bien y el mal en términos superlativos
Un texto francamente interesante para leer en estos dias, es el que Nacho Escolar publica en su blog. Es una reflexión sobre Gaza de enorme calado intelectual. Nacho critica la ofensiva brutal del gobierno de Israel contra la población de Gaza, pero advierte de los peligros que conllevan las verdades absolutas:
«Cuando algo se compara con el mal absoluto, con el Holocausto, el debate inevitablemente termina, pues pasa a ser una discusión sobre el bien y el mal en términos superlativos. En realidad, Godwin reinterpretaba una expresión del filósofo Leo Strauss, que acuñó la expresión Reductio a Hilerum (reducción a Hitler) para desmontar una falacia similar: que cualquier cosa es mala si el mal absoluto ??el nazismo?? lo practica. Es un tipo de reducción al absurdo: si Hitler tomaba pan, es que el pan es malo.
Durante las últimas dos semanas, la Ley de Godwin se ha cumplido con aún más frecuencia de lo habitual en casi cualquier discusión. Es un recurso simple pues comparte protagonistas. Si los judíos, las víctimas de Hitler, ahora masacran Gaza, es que los judíos son ahora los nuevos nazis. Es una comparación falaz, no tanto porque sea extremadamente ofensiva para un pueblo que ha sufrido como pocos la historia reciente, sino porque, sencillamente, no es cierta. La democracia israelí, a pesar de cómo ha pisoteado Palestina durante décadas, no se puede equiparar al régimen nazi porque el mal absoluto no admite comparación. Pero sobre todo es una equivalencia injusta porque al igual que no todos los alemanes fueron nazis, no todos los judíos del mundo comparten las políticas del gobierno de Israel y, bajo una equiparación así, se esconde un más que sospechoso tufo antisemita: si los judíos son los nuevos nazis, es que los nazis tenían razón al exterminarlos.
Pero que el horror del nazismo no admita comparación alguna, no perdona por ello los horrores del gobierno israelí. Que los judíos sufriesen la maldad absoluta no hace bueno cualquier acto de Israel. Tras quince días de plomo, ni siquiera las frías estadísticas sirven para esconder la magnitud de la masacre…»