Garzón en el Supremo
Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «Mañana al mediodía, el juez Garzón tendrá que comparecer ante el Supremo para declarar como imputado, acusado de prevaricación en la instrucción sobre los crímenes del franquismo. Bien, no podemos discutir el derecho que asista al Supremo para actuar contra Garzón. Damos por supuesto que jurídicamente puede hacerlo.
Pero, ¿de dónde vienen entonces este olor a chamusquina, estos efluvios fétidos que acompañan a la noticia? ¿Por qué huele tan mal?
En primer lugar, porque el querellante es el seudo sindicato «manos limpias», el ariete del ultraderechismo nacional en los tribunales. En segundo lugar, porque todos sabemos que entre los jueces españoles se libra desde hace tiempo un combate descarnado, en el que se mezclan ideologías, celos, ambiciones y otras miserias de gremio y que Garzón es, en esta corte de las intrigas, la pieza de caza más perseguida.
Muchos de sus colegas se la tienen jurada y si no le tumban en ésta, buscaran otra. Garzón es un heterodoxo, un lobo estepario con gran avidez estelar y ha propinado dentelladas de consideración en muchos y poderosos ámbitos. La relación de sus enemigos es muy larga, también la de sus admiradores, en España y en todo el mundo. Por eso, su imputación ha alcanzado tal resonancia internacional. Pero hay algo más que añadir, Garzón aparte, y es que el franquismo ya no está, pero sus crías tienen gran capacidad obstruccionista.
La más inocente búsqueda de restos de víctimas se topa con obstáculos enormes. No digamos un intento de condenar los crímenes del franquismo. A los problemas técnicos derivados de la actuación de Garzón, a la hostilidad de sus colegas y de otros sectores nacionales, Garzón ha de sumar la oposición de cuantos le reprochan que mire hacia atrás, ni siquiera para hacer justicia. Unos, por convicción pero otros porque la transición les blanqueó un pasado tenebroso y temen que llegue a conocerse el ADN de su actual poder o fortuna. Garzón ante el Supremo y los restos de las víctimas, sin poderse desenterrar. Ver juntos estos dos hechos produce náuseas.»