E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson-Washington. Se trata de una ruptura radical del convenio periodístico, me doy cuenta, pero me gustaría reconocer hoy el mérito que hay que reconocer — concretamente, el del Presidente Obama. Discretamente como se ha mantenido, lleva una racha ganadora genuina.Es difícil recordar que la investidura fue hace apenas 19 meses. Las expectativas del nuevo presidente eran absurdamente altas. Si Obama hubiera hecho acrobacias cruzando el Potomac, al llegar a la otra orilla se habría enfrentado a preguntas inquisidoras acerca del motivo de que le cueste tanto curar el cáncer, solucionar el conflicto árabe-israelí o desatar una era de paz y prosperidad universales.

Pero vea lo que ha logrado en cuestión de apenas las últimas semanas. Déjeme destacar cuatro titulares recientes:

?ltimas tropas de combate estadounidenses abandonan Irak. Obama hizo campaña como detractor temprano y manifiesto de la Guerra de Irak, declarándola una distracción del conflicto más relevante en Afganistán. Cuando fue investido, había alrededor de 160.000 efectivos regulares estadounidenses en Irak inmediatamente después del incremento de combate de George W. Bush. Obama dijo que replegaría nuestras fuerzas de combate y lo hizo — antes de lo previsto.

Antes de la tarde del jueves, la última brigada estadounidense de combate cruzaba la frontera con Kuwait, poniendo fin en la práctica a la desafortunada aventura militar que Bush bautizó «Operación Libertad Iraquí». Alrededor de 50.000 efectivos estadounidenses permanecen en el país para entrenar a las fuerzas del orden iraquíes, proteger instalaciones estadounidenses y llevar a cabo las operaciones de las fuerzas especiales. Dejamos atrás una situación política incierta y caótica, que los iraquíes van a tener que resolver. También tendremos que enfrentarnos a la consecuencia geopolítica más preocupante de la guerra optativa de Bush: la dictadura teócrata de Teherán, no estando ya sus ambiciones equilibradas por Saddam Hussein, está mucho más cerca de convertir a Irán en una superpotencia regional poseedora de armas nucleares.

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Pero Obama hizo lo que habría hecho cualquiera con la situación que heredó. Hasta sus devastadores críticos Republicanos, en virtud de su silencio, reconocen que el presidente ha cumplido su promesa de campaña de «ser igual de escrupuloso saliendo de Irak que imprudentes fuimos al meternos».

General Motors inscribe oferta en Bolsa. Una de las muchas crisis a las que se enfrentó Obama cuando llegó a la presidencia fue el inminente colapso de un gigante industrial icónico. El derrumbe de General Motors habría volatilizado cientos de miles de puestos de trabajo en la compañía y sus fabricantes de repuestos y, es seguro decir, ello habría asestado un fuerte golpe a la moral de la nación.

Obama terminó transfiriendo 50.000 millones de dólares a la compañía, adquiriendo un porcentaje accionarial del 61%. Los críticos denunciaron el ascenso de «Government Motors» y agitaron el fantasma de los burócratas de Washington celebrando vistas para rediseñar el Corvette. Pero ahora, tras registrar un beneficio neto en lo que va de ejercicio de más de 2.000 millones de dólares, la compañía de deuda reestructurada es lo bastante sólida para inscribir ofertas en Wall Street — y empezar a amortizar la inversión de la administración.

La empresa fue salvada, los trabajadores conservaron sus empleos y los contribuyentes van a recuperar su dinero. Una labor redonda.

Vertido petrolero del Golfo controlado. Cuando la plataforma Deepwater Horizon de BP se fue a pique, la administración Obama fue criticada por ser lenta al tomar medidas. Parte de las críticas estaban justificadas — la respuesta inicial sí parecía descentrada. Pero la administración logró dar un vuelco a la situación y silenciar cualquier rumor de «el Katrina de Obama».

Obama convenció a BP de adelantar 20.000 millones de dólares como garantía de que los residentes de la Costa del Golfo cuyo medio de vida se vio afectado o destruido por el vertido serían compensados. Los críticos Republicanos que llamaron a esto «extorsión» fueron rápidamente acallados — por otros Republicanos. Mientras tanto, la administración reforzó sus operaciones de respuesta y descubrió formas eficaces de impedir que el crudo alcanzara las costas.

El anuncio de la administración de que las tres cuartas partes del crudo fueron retiradas — por la naturaleza o por la intervención humana — antes de poder afectar al medio ambiente parece abiertamente optimista para algunos investigadores. Además, sigue habiendo serias dudas de los efectos a largo plazo de los dispersantes químicos utilizados en concentraciones sin precedentes. ¿Pero quién se habría imaginado hace unos meses que el Presidente y su familia podrían disfrutar de un día en las playas y un almuerzo con comida del Golfo tan pronto?

Y finalmente: Presidente se mete de lleno en la polémica de la mezquita. Sí, lo digo en serio. Apoyar la mezquita del Bajo Manhattan no supuso ningún punto político. Pero Obama entendió que su deber era defender los valores de nuestra Constitución y dejar claro que nuestra lucha es contra los terroristas, no contra el propio islam. En lugar de hacer lo que era popular, hizo lo correcto.

Aún no ha caminado sobre las aguas, no obstante. ¿Qué le pasa?

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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