Eugene Robinson: «Agradando gracias a una mezquita»
Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.
Sus columnas, ahora en radiocable.com
|
Eugene Robinson-Washington. Mentiras, distorsiones, jingoísmo, xenofobia – otro día y otro tema de campaña que los Republicanos pueden explotar para castigar al Presidente Obama y a los Demócratas. Primero fue la inmigración ilegal. Ahora es la llamada «mezquita de la Zona Cero», que no es en absoluto lo que sus detractores afirman.
En primer lugar, no está en la Zona Cero. El emplazamiento en cuestión se encuentra a dos manzanas al norte del antiguo World Trade Center en el Bajo Manhattan; una mezquita existente se encuentra sólo a unos cientos de metros más allá del lugar de las torres derrumbadas. En segundo, aunque el proyecto albergará realmente un lugar de oración, está diseñado para ser más centro comunitario siguiendo las directrices de la asociación cristiana YMCA. El proyecto incluye un gimnasio, piscina, cancha de baloncesto, biblioteca, centro artístico de interpretación y un comedor. Los Kebabs no amenazan nuestro estilo de vida.
Lo más importante, los organizadores han dejado claro que la idea del proyecto es proporcionar una plataforma destacada al islam moderado de referencia — y rechazar con contundencia la visión retorcida, radical y yihadista del mundo que dio lugar a las atrocidades del 11 de septiembre de 2001.
«Tendrá un verdadero aire de comunidad, para celebrar el pluralismo en los Estados Unidos, así como en la religión islámica», decía en mayo Daisy Jan, directora ejecutiva de la Sociedad Americana para el Avance Musulmán, mientras defendía la concesión de la licencia para construir el centro. «También servirá de importante plataforma para amplificar la silenciosa voz de la mayoría de musulmanes que no tiene nada que ver con ideologías fundamentalistas. Servirá de contrapeso a la tendencia extremista».
En la práctica, hará falta mucho más que un centro comunitario para detener en seco la yihad radical. Pero es difícil pensar en una forma mejor de dar un fuerte espaldarazo a la ideología extremista que demostrar aquello de cuya validez están seguros demasiados de los 1.000 millones de musulmanes de todo el mundo: que Occidente rechaza no sólo al extremismo sino al propio islam.
«300 de las víctimas (de los atentados del 11 de Septiembre) eran musulmanas», decía Jan en la CNN. «Nosotros también somos americanos. La tragedia del 11 de Septiembre hirió a todo el mundo, incluyendo a la comunidad musulmana. Todos estamos en esto juntos, y juntos tenemos que luchar contra el extremismo y el terrorismo».
El Presidente Obama estaba en lo cierto al decir el viernes que los musulmanes «tienen el mismo derecho a practicar su religión que el resto del país», y que esto «incluye el derecho a construir un lugar de culto y un centro comunitario en propiedad privada del Bajo Manhattan, respetando las leyes y ordenanzas locales». Las declaraciones de Obama se producían en una cena de Ramadán en la Casa Blanca, en el mes islámico sagrado.
El primer acto de Ramadán celebrado en la Casa Blanca tuvo lugar en 1805 oficiado por Thomas Jefferson. Invitó al embajador tunecino a cenar a las dependencias presidenciales, y alteró la hora de la comida del «media hora después» tradicional al «exactamente a la puesta de sol» para que el representante diplomático pudiera satisfacer la obligación del Ramadán de ayunar durante las horas de sol.
El ejemplar del Corán de Jefferson muy usado se encuentra ahora en la Biblioteca del Congreso. Si el autor de la Declaración de la Independencia estuviera vivo, desde luego se enfrentaría a la censura de la camarilla de aspirantes presidenciales Republicanos con grandes bocas y cerebros pequeños.
Sarah Palin escribía en Twitter que «la mezquita de la Zona Cero es provocación INNECESARIA; va directa al corazón». Newt Gingrich escribía que «no debería de haber mezquita cerca de la Zona Cero de Nueva York mientras no haya iglesias ni sinagogas en Arabia Saudí». El Gobernador de Minnesota Tim Pawlenty decía que la mezquita «degradará o humillará» el lugar. Mike Huckabee preguntaba si los partidarios del proyecto creen «poder ofender a los estadounidenses y los cristianos, pero no a los musulmanes y a los extranjeros». Mitt Romney también está en contra, citando «los deseos de las familias de los caídos y el potencial para que los fundamentalistas utilicen la mezquita como herramienta global de reclutamiento y propaganda».
Esto es complacer, pura y simplemente. Una encuesta de CNN muestra que el 68% de los estadounidenses es contrario al plan de «un grupo de musulmanes en Estados Unidos» de levantar «una mezquita» a dos bloques del solar del World Trade Center. Me pregunto el aspecto que tendrían los resultados si los cuestadores hubieran formulado la pregunta de manera diferente — si hubieran preguntado, digamos, si debe permitirse a «un grupo de estadounidenses» construir «un centro que promueve el islam pacífico y moderado». Puede ser, no obstante, que la mayoría de la gente sea contraria al proyecto al margen de la forma en que se presente el asunto.
Y ese es el motivo de que tengamos una Declaración de Derechos que protege nuestras libertades frente al capricho de la opinión pública. Jefferson entendió esto. Un puñado de políticos oportunistas — a quienes les encanta citarle — obviamente no lo entienden.
Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
© 2010, Washington Post Writers Group
Derechos de Internet para España reservados por radiocable.com