E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

Sobre Robinson

Sus columnas, ahora en radiocable.com

Otros columnistas del WP

 

   

Eugene Robinson-Washington  «Unir los puntos» es una metáfora pésima que crea expectativas poco realistas. La frase sugiere que lo único que nuestros analistas de Inteligencia tienen que hacer es dibujar una línea desde el punto llamado «1» al punto marcado «2» y así sucesivamente, y enseguida tienen delante el inconfundible perfil de un complot terrorista.

En realidad, sin embargo, el folio tiene tantos puntos que casi se tocan. La mayoría son irrelevantes, y ni uno solo está numerado.Las pistas que habrían alertado a las autoridades del terrorista de la ropa interior el día de Navidad estaban sepultadas bajo montañas de datos de Inteligencia. La recopilación de información relevante es un reto, pero en este caso el desafío fue resuelto. Lo que el sistema no pudo hacer fue gestionar los datos lo suficientemente bien como para que las pistas y los indicios fueran seleccionados.

Me parece que, mientras el Presidente Obama trata de minimizar la posibilidad de que los próximos Omar Faruj Abdulmutalab tengan éxito a la hora de derribar un aparato comercial, no debería ponerse el acento en barajar los datos por un organigrama. Debería ponerse en encontrar la mejor manera de hacer inventario y cotejar lo que ya sabemos.

Publicidad

El nombre de Abdulmutalab aparecía en una base de datos gestionada por el Centro Nacional Antiterrorista que contiene 550.000 «entidades» vinculadas al terrorismo. Esto es casi lo mismo que ser completamente anónimo, ya que una larga lista no es una herramienta práctica – y de hecho, su inclusión no impidió que Abdulmutalab embarcara en el vuelo con destino a Detroit o que al menos le seleccionara como candidato a un examen de seguridad integral. El hecho de aparecer en la lista no significa más que estar en la lista.

El nombre de la lista – Entorno de Administración de Bases de Identidades Terroristas, o TIDE – es tan cómicamente burocrático que no puedo dejar de pensar en el «Ministerio de las Piruetas» de los Monty Python. Pero estoy divagando.

Lo que metió a Abdulmutalab en la lista fue una visita en noviembre a la embajada estadounidense en Nigeria del padre de Abdulmutalab, Alhaji Umaru Mutalab. El respetado banquero estaba buscando ayuda para localizar a su hijo, de quien dijo se había radicalizado, se relacionaba con fundamentalistas en Yemen y podía ser peligroso.

El Departamento de Estado estaba al tanto, institucionalmente, de que Abdulmutalab tenía un visado de entrada múltiple para entrar en los Estados Unidos. Pero no parece haberse activado ningún protocolo que ordenara que la información proporcionada por el padre del joven condujera a un examen más detenido de un visado vigente, por no hablar de la suspensión o la revocación.

Y resulta que el verano pasado, la Agencia de Seguridad Nacional había interceptado comunicaciones indicando que la rama en Yemen de al-Qaeda estaba planeando algún tipo de ataque, y un nigeriano estaba siendo preparado para llevarlo a cabo. Informes posteriores indicaban que podría perpetrarse durante la temporada de vacaciones. Todo es bastante vago – hay un montón de nigerianos – pero saber esto en el contexto de la información proporcionada por el padre habría sido el sueño de cualquier analista.

Abdulmutalab pagó en efectivo su billete de avión, lo que se supone es otro indicio. ¿No es éste el tipo de cosas que los sistemas informáticos del transporte aéreo deben registrar, hasta en algunas partes del mundo en donde las transacciones en efectivo son más comunes? Y me pregunto cuántos ciudadanos de Nigeria salen de Lagos con destino a Detroit, vía Ámsterdam, sin llevar ni una maleta. Apuesto a que no muchos.

Si esta información se hubiera reunido en una única instancia, está claro que a Abdulmutalab nunca se le habría permitido embarcar en el vuelo 253 de Northwest. Pero creo que tenemos que ser realistas: las pistas que tenemos delante de las narices son siempre dolorosamente obvias en retrospectiva. Este fue el caso después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. ¿Pilotos novatos que piden aprender a pilotar aparatos comerciales, pero no necesariamente a hacerlos aterrizar? ¿Un breve informe presidencial titulado «Bin Laden decidido a atacar en Estados Unidos»?

El Centro Nacional Contra el Terrorismo fue creado en 2004 con el propósito específico de unir los puntos – obligar a la CIA, la NSA, el FBI, el Departamento de Estado, la inteligencia militar y las demás agencias a compartir lo que saben. Pero a medida que las instancias recaban cada vez más información, procesarla se hace más difícil. El problema puede no ser que el sistema esté mal diseñado, sino simplemente que está extremadamente sobrecargado.

¿Necesitamos más analistas? ¿Ordenadores más rápidos? ¿Software mejor? Tal vez todo lo anterior. Pero dudo de que tengamos que reorganizar la burocracia una vez más – y no creo que necesitemos más información.

La primera tarea debe ser recortar la lista de 550.000 «entidades» hasta un tamaño manejable. El arquitecto Ludwig Mies van der Rohe tenía razón: A veces menos es más.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
© 2009, Washington Post Writers Group
Derechos de Internet para España reservados por radiocable.com

Sección en convenio con el Washington Post

Print Friendly, PDF & Email