Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Permítame presentarme. Me llamo Harold Gillibrand o tal vez Kirsten Ford, una mezcla de Demócratas que aspira a ser elegida próximo senador de Nueva York. Me presento para liberar al partido de las garras de Harry Reid o tal vez de Chuck Schumer, y devolver la cordura fiscal al estado otrora hogar de Alexander Hamilton, nuestro primer secretario del Tesoro que, al igual que muchos otros neoyorquinos, se encontró con el desastre en Nueva Jersey. Estas son mis posturas.

Estaba en contra del aborto cuando era congresista por Tennessee, pero ahora estoy a favor. Esto no se debe a que me mudara de Tennessee a Nueva York, sino a que las cuestiones morales, éticas y prácticas han cambiado de manera tan fundamental durante el último par de semanas que para entenderlas por completo hace falta alguien capaz de pensar más allá de las posturas tradicionales. Cuando dije que era defensor de la vida, me estaba refiriendo a la veterana revista de Time Inc. Algunas personas están a favor de People y otras son pro-Sports Illustrated y yo soy pro-Life. Creo que el pueblo estadounidense opina como yo.

Pensándolo mejor, yo siempre he sido favorable al aborto. He sido coherente en esto. Es mi postura sobre el control de armas la que está evolucionando. Cuando representaba en el Congreso al distrito rural de Nueva York, contaba con el importante aval de la Asociación Nacional del Rifle para oponerme incluso a las legislaciones de armas moderadas o, como dicen algunos, sensatas. Desde entonces, he terminado entendiendo que en ocasiones se utilizan armas en la comisión de delitos en la ciudad de Nueva York, y al ser contrario a la delincuencia, voy a cambiar mi postura con respecto a las armas. Creo que el pueblo estadounidense opinará como yo.

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Es cierto que me he opuesto a los matrimonios homosexuales. Pero sólo me he opuesto en el contexto de Tennessee, y no en Nueva York. En primer lugar, al igual que Irán, Tennessee no tiene homosexuales. Nueva York tiene muchos, incluyendo al secretario del consistorio y a Isaac Mizrahi, sea quien sea. Sin embargo, yo siempre he defendido las uniones civiles porque no creo que una unión civil entre homosexuales amenace el carácter sagrado del derecho contractual, que constituye la piedra angular de nuestra fe judeo-cristiano-musulmano-santerio-budista. Solía pensar que los estadounidenses no opinaban como yo pero ahora sé que yo opino como ellos. Esto es democracia en estado puro.

Yo fui el único congresista Demócrata de Nueva York que votó a favor de dotar de fondos la guerra en Irak. En perspectiva, he cambiado mi postura, lo justo para que donde dije «aprobado» diga «reprobado», lo que viene a ser una nimia diferencia de dos letras, con tan solo una vocal relevante. En Tennessee he votado a favor de la guerra, adoptando la postura escogida por la mayoría de los habitantes de Tennessee cuando pude haber optado por la vía fácil y haberme abstenido. Esto es lo que hizo Barack Obama en una ocasión en el Senado de Illinois, y llegó a presidente. Yo, sin embargo, prefiero equivocarme antes que ser presidente.

Soy un hincha de los Yankees. De los Mets, también. Adoro a los Knicks, a los Rangers, a los Giants y a los Jets. El pastrami va con pan de centeno, sin mayonesa. El Bronx es cada vez más popular y Battery’s va de capa caída. A no ser que usted piense lo contrario.

Sí, fui partidario de las redadas anti-ilegales cuando era miembro de la Cámara, tanto en Tennessee como en el norte de Nueva York. Pero desde entonces he cambiado de opinión. Son buenas personas que han venido aquí a trabajar. Además, sus parientes votan.

Tengo 43, pero antes era más joven. Tengo 39, pero prometo envejecer. Soy mujer (prepárese) y soy hombre. Así es como son las cosas. Yo soy negro. Soy blanco. Si usted quiere que sea al revés, con mucho gusto voy a nombrar una comisión de viabilidad. Yo soy mi propio yo. Nadie me controla. Yo voto de conciencia. También de distrito. Por suerte, mi conciencia me dice que vote de distrito.

Sé lo que está pensando: soy como Vicente. Voy donde va la gente. Pero, ¿y usted? ¿Siempre le dice a su jefe que es un cretino? ¿Siempre le dice a sus clientes que nunca tienen razón? ¿Siempre le dice la verdad a su cónyuge y siempre dice lo que piensa en las reuniones de gabinete incluso sabiendo que lo que va a decir no es popular? Diría que no. Vote por uno de nosotros, ya sea Kirsten Gillibrand o Harold Ford. Somos la misma persona. De hecho, somos usted.

Richard Cohen
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