Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Con un equipo tras otro rechazándole, la cuestión en torno a Michael Vick, lanzador de fútbol americano y asesino de perros, no es si va a volver a la NFL o no, o incluso si debe regresar, sino si estaría ya de vuelta si fuera un pelín más joven y destacara en la práctica del deporte. La respuesta, señoras y caballeros, es sí. Se habría encontrado la excusa.

El mes pasado, el Comisionado de la liga Roger Goodell levantó la expulsión de Vick, lo que le permite unirse a un equipo. Vick ha cumplido su sentencia de prisión, ha sacado todas las tarjetas de expiación y «pagó su deuda con la sociedad», y hasta agradeció el apoyo de Jesse Jackson, quien parece decidido a pasar su vejez haciendo de parodia de Jesse Jackson. Es difícil teclear esto para mis dedos, pero Jackson comparó los esfuerzos de Vick por volver a la NFL con Jackie Robinson intentando entrar en la Liga de Béisbol. (Puede buscarlo – New York Times, 8 de agosto.)

Según los testimonios de su juicio, los perros que carecían del adecuado espíritu de pelea eran ahogados, ahorcados o apaleados hasta la muerte. Siempre según los testimonios, Vick era testigo de los ahogamientos y ahorcamientos y palizas. Esto se considera rutina en el mundo de las peleas de perros. Si un perro de pelea se da por vencido durante una lucha, el perro es asesinado al día siguiente. De manera que lo que se hacía en la residencia de Vick no es sino de lo más tradicional.

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Igual que Jackson defendió a Vick como la versión viva de Jackie Robinson, yo podría defender que la ex estrella de los Atlanta Falcons simplemente hacía a los perros lo que a menudo se hace a los atletas como él. Si bien es cierto que normalmente no se les ahoga, ellos son considerados mercancía de la que se puede prescindir cuando su vida útil toca a su fin. Este matiz «todo o nada» que se da en los deportes no es exclusivo – los concursos son parecidos – pero son contadas las empresas en esta vida en las que un mal paso significa la pérdida de toda una carrera. Este es el mundo de los atletas profesionales. ¿Por qué no debe ser igual con los perros?

Quizá porque los perros son criaturas inocentes y cándidas que no han elegido ser combatientes. Quizá porque su entrenamiento es brutal y sus vidas dolorosas. Tal vez porque morder duele. Quizá porque todo el espectáculo es repugnante y sórdido – un circo de gladiadores no entre hombres, sino entre sus mejores amigos en su lugar. Como era de esperar, Vick reconoció todo eso a su reunión con el comisionado. Ahora rezuma remordimiento. Es el hombre que susurraba a los perros.

No hay más corrupción en ningún rincón de la vida estadounidense como en los deportes – en particular el deporte amateur, porque con la posible excepción de la natación sincronizada, eso no existe. Cualquier niño de 5 años le dirá que un atleta con talento no tiene que seguir las normas. Se les perdonan las faltas a sus clases universitarias, sus exámenes y su solemne código de ética.

El deporte profesional, en contraste virtualmente refrescante, está libre de hipocresía. El dinero circula a lo grande y por adelantado, y con demasiada frecuencia también el comportamiento descarado. Los niños de cualquier parte aprenden que practicar un deporte puede acarrear una inmensa fortuna, por no hablar de un pivón o dos.

Por el momento, ningún club ha hecho una oferta a Vick. Pero sus rechazos no se han acompañado en ningún momento de una denuncia ni una expresión de escándalo. En lugar de ello, tenemos desapasionadas observaciones sobre el talento presumiblemente perdido de Vick o la opinión de que contratarle no pondría fin a la polémica. Juicios de valor nunca se hicieron. En este sentido, Ted Thompson, el dueño de los Green Bay Packers, fue prototípico. «Examinamos todas las opciones todo el tiempo», declaró a Associated Press.

A su debido tiempo, Vick jugará de nuevo. Su entrada ya se ha suavizado a través de la conmovedora preocupación de Jackson entre otros, por no mencionar una amplia variedad de artículos de cronistas deportivos que parecen haber programado en sus ordenadores «pagó su deuda con la sociedad» en una única tecla. Algunos de ellos han señalado que son amantes de los perros. Conmovedor. Pero todavía no hemos escuchado la versión de los perros.

Cuando Vick salga a jugar, por mi parte me imaginaré el castigo a cachorros inocentes mientras son ahogados o retorciéndose en el aire mientras son ahorcados. Y en todo el país cada niño sabrá – si no lo saben ya – que lo que más importa no es que Vick haya pagado su deuda con la sociedad ni que se haya arrepentido, sino que aún sabe lanzar la pelota. Tal vez un atleta no pueda salir impune de un homicidio, pero ahogar perros es harina de otro costal.

Richard Cohen
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