E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. «Este es el aspecto del cambio», dijo el Presidente Obama tras triunfar donde Bill Clinton, Lyndon Johnson y Harry Truman fracasaron. El domingo, a medida que la reforma integral de la sanidad se hacía realidad, algunas personas no podían soportar lo que veían.

Por la tarde, una concentración de detractores de la política fiscal se había congregado en los exteriores del Capitolio y empezado a corear su familiar, «Kill the Bill!» Allí estaban los carteles habituales de socialismo, tiranía y la amenaza percibida para todo lo bueno y verdadero. El movimiento afirma tener seguidores afroamericanos e hispanos; puede que sí, pero yo no los vi por ninguna parte.

Un reducido grupo más diverso se había reunido en las inmediaciones para manifestarse en apoyo a la legislación sanitaria. Los organizadores dijeron haber preparado la concentración de manera improvisada para demostrar que los detractores no son los únicos estadounidenses en tener opiniones firmes en la materia.

El sábado, el epíteto vil llamado eufemísticamente «la palabra que empieza por ene» había sido lanzado al Representante John Lewis, D-Ga., uno de los grandes héroes del movimiento de los derechos civiles, mientras pasaba junto a la multitud de manifestantes contrarios a la política fiscal. Al Representante Emanuel Cleaver, D-Mo., que también es negro, le escupieron. El congresista Barney Frank, Demócrata de Massachussets, que es homosexual, fue insultado con el epíteto que creo debería llamarse «la palabra que empieza por efe».

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La mayoría de los detractores Republicanos de la reforma sanitaria tuvieron la decencia – y la cordura política – de condenar los ataques racistas y homófobos. Increíblemente, algunos no lo hicieron.

El Representante de California Devin Nunes declaraba en C-SPAN: «Sí, bueno, yo creo que cuando se utilizan tácticas totalitarias, la gente, ya sabe, se pone nerviosa. Creo que, ya sabe de, hay gente que tiene todo el derecho a decir lo que quiera. Si quieren insultar a alguien, pueden hacerlo». Y el Representante de Iowa Steve King despreciaba como si tal cosa el incidente: «No creo que sea nada… Hay un montón de lugares en este país en los que yo no puedo ir por la calle. No llegaría vivo al otro extremo de la misma».

Si el intento de intimidación surtió algún efecto fue al parecer el de reforzar la resolución de los Demócratas. El domingo, después de escuchar un llamamiento de Lewis, la dirección Demócrata recorrió el mismo camino congregada mientras los manifestantes abucheaban y se burlaban. La presidenta de la Cámara Nancy Pelosi, que caminaba junto a Lewis, llevaba el martillo de gran tamaño que se había utilizado décadas atrás para conmemorar la aprobación final del proyecto de ley que creó Medicare. Siguiendo literalmente el consejo de Theodore Roosevelt, el primer presidente en pedir atención sanitaria universal, habló en voz baja y llevó un garrote contundente.

Cuando la Cámara inició su último debate, ya reinaba la impresión de que se estaba a punto de hacer historia. En uno de sus muchos viajes entre el pleno de la Cámara y la presidencia, la Representante Debbie Wasserman Schultz, D-Fla. – superviviente del cáncer – dijo que la lucha por la reforma sanitaria era uno de los motivos de que se presentara al Congreso. «Va a ser difícil olvidar este día», dijo.

Cuando pedí al Representante Bobby Scott, Demócrata de Virginia, que pusiera en perspectiva la votación, sonrió y dijo: «Dentro de unos años, todos vamos a mirar atrás y decir que éste fue uno de los días en que nos lucimos».

A cada hora que pasaba, los ánimos de la zona Republicana del hemiciclo — estimulados la mayor parte del tiempo por el griterío de los manifestantes fiscales congregados fuera — parecían desinflarse.

En la Casa Blanca hubo euforia después de la votación final. La tan criticada estrategia de Obama de sacar adelante la sanidad a pesar de la crisis económica se vio recompensada con una victoria histórica. Su táctica de dejar que el Congreso diera forma a la legislación había sido reivindicada. Su promesa de cambio había recibido nueva confirmación.

Incluso con las «soluciones» que ahora tienen que ser aprobadas por el Senado, la ley sanitaria es una especie de ensalada. Pero es una ensalada gloriosa, ya que consagra el principio de que todos los estadounidenses tienen derecho a la salud — una avance extraordinario que hará de éste un país mejor.

Puede llevar años rematar los detalles. Las reformas de implantación novedosa van a necesitar ser reformadas o por lo menos afinadas, y las batallas no serán fáciles. Pero los movimientos sociales que permitieron a Obama alcanzar la presidencia y a Pelosi ser presidente de la Cámara demostraron que el arco de la historia se templa por la Justicia y la inclusión.

El cambio necesario no debe ser frustrado, incluso si algunas personas lo encuentran difícil de aceptar. La sentencia de Obama estaba en lo cierto: «No temimos al futuro. Lo modelamos».

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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