E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Vamos a dejar de fingir que el movimiento de protesta fiscal es inofensivo. El derecho a la protesta es una de nuestras apreciadas libertades estadounidenses. Pero no existe ningún derecho a perpetrar actos de vandalismo, ni existe derecho a amenazar la integridad física de nuestros funcionarios electos. Alguien va a salir herido a menos que aquellos que encabezan el movimiento – y aquellos que lo explotan – empiecen a actuar como adultos responsables.

¿Qué posibilidades hay de que suceda eso?

Fue Sarah Palin, la Eva Perón del movimiento de protesta fiscal, la que utilizó Facebook para poner en el punto de mira a 20 Demócratas que votaron a favor de la reforma sanitaria, indicando la ubicación de sus oficinas de distrito en un mapa con el punto de mira de un rifle. Fue Palin la que escribió en Twitter: «Conservadores con sentido común y amantes de América: ¡no desistáis, mejor – RECARGAD’ Vea mi página de Facebook».

Que alguien escuche todavía a esta persona es una de las consecuencias imprevistas más desafortunadas de las redes sociales.

Al menos 10 Demócratas de la Cámara han tenido que solicitar seguridad adicional tras la votación de la reforma sanitaria el domingo. Alguien dejó un ataúd en el jardín de la residencia del Representante de Missouri Russ Carnahan. Rompieron las puertas y ventanas de cristal de las oficinas de distrito de los congresistas Louise Slaughter, de Nueva York, y Gabrielle Giffords, de Arizona. Vándalos han causando destrozos en las oficinas del Partido Demócrata en Wichita, Rochester, N.Y. y Cincinnati.

Y el Representante de Michigan Bart Stupak, cuyo compromiso en el último momento en torno a la financiación del aborto garantizó la aprobación final de la reforma, ha recibido un torrente de llamadas telefónicas insultantes en sus oficinas y en su casa. Alguien le envió por fax un dibujo de una soga. Un correo de voz, colgado posteriormente en la red, fue enviado por una mujer que quería que Stupak supiera que hay «millones de personas por todo el país que le desean a usted lo peor». Otra llamada fue más directa: «Está usted muerto. Sabemos donde vive. Vamos a por ti».

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Uno esperaría que los líderes Republicanos responsables hicieran todo lo posible por calmar los ánimos. El secretario de la oposición en la Cámara John Boehner decía en Fox News que «la violencia y las amenazas son inaceptables». El coordinador de la oposición Eric Cantor revelaba que en el pasado ha recibido muchas amenazas y la semana pasada una bala atravesó la ventana de su oficina de campaña en Richmond. Teniendo en cuenta todo esto, uno pensaría que estos dos podrían haber intervenido el domingo cuando sus colegas Republicanos de la Cámara azuzaban a la furiosa multitud de detractores fiscales congregada en el Capitolio.

Parte del vandalismo parece haber sido inspirado por un bloguero de Alabama, Mike Vanderboegh, que pregonó la brillante idea de que los detractores de la reforma sanitaria debían lanzar ladrillos contra las sedes Demócratas ubicadas por todo el país. Después de que alguien hiciera exactamente eso en Rochester, un reportero del Democrat and Chronicle pedía declaraciones a Vanderboegh. «Supongo que eso es obra de uno de los nuestros», decía Vanderboegh. «Me alegra saber la gente lee mi blog».

Si las autoridades intentaban presentar cargos en su contra, decía Vanderboegh, «sin duda ello me daría la oportunidad de defender mis ideas frente a un público más amplio». Sobre la naturaleza de su «caso» puede arrojar luz un corto relato, titulado «Absuelto», que publicó en una página web de derechas. Su ficticio protagonista lucha a muerte contra «matones» anónimos de uniforme – la policía al parecer – que han ido a su casa a decomisar su enorme arsenal de armas y explosivos.

El jueves, los líderes del movimiento de protesta fiscal en todo el país difundían declaraciones denunciando con contundencia amenazas o actos de violencia contra congresistas u otras personas. Varios de los líderes dicen que no existe ninguna prueba de que los autores materiales sean miembros de organizaciones del movimiento de protesta fiscal.

Pero esto me sorprende, y es probable que sorprenda a otros, por falso. El movimiento de protesta fiscal se alimenta de una retórica que recuerda a los delirios paranoides de los chiflados más recalcitrantes de la extrema derecha. Cuando los líderes del movimiento hablan de la amenaza del «socialismo» y piden «una nueva revolución» y prometen «retomar nuestro país», podrán decir que simplemente están utilizando metáforas vivas. Pero no es plausible decir que desconocen que hay personas – tal vez la minoría del movimiento, pero es suficiente – que toman literalmente cada letra de estos incendiarios comentarios.

¿Y hay alguien que ponga en duda que el movimiento atrae al tipo de personas que se toma literalmente estas palabras?

Organizaciones como la Liga Antidifamación y el Southern Poverty Law Center han documentado el aumento preocupante de las milicias de derechas y los grupos «patrióticos». Los líderes políticos que legitiman y consolidan el lenguaje de los extremistas – que instan a la población indignada a «recargar» – están siendo imprudentes. Tienen que detener esta locura antes de que alguien salga herido.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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