El lanzador con el que Europa recupera su acceso autónomo al espacio ha despegado y puesto en órbita los satélites, entre ellos dos cargas españolas, sin problemas. El Ariane 6 incluye varias innovaciones, aunque, según detallan en Sinc, una anomalía ha imposibilitado que la etapa superior de la nave se destruyera en la atmósfera como estaba previsto.

Este martes 9 de julio, a las 21:00 h (hora peninsular española), ha despegado con éxito el nuevo cohete Ariane 6 desde el Puerto Espacial Europeo en la Guayana Francesa. Se trata del modelo más reciente de la familia de lanzadores europeos Ariane, que toma el relevo a Ariane 5. Con un diseño modular y versátil, el cohete permitirá a los países europeos, de forma independiente, lanzar misiones dirigidas tanto a la órbita baja terrestre como al espacio profundo.

El vuelo inaugural del cohete europeo Ariane 6 se desarrolló con éxito en su fase de despegue y puesta en órbita de los satélites, pero al final se produjo un incidente que imposibilitó que la etapa superior del lanzador reentrara en la atmósfera para destruirse. Los responsables de la misión la consideran exitosa a pesar de este contratiempo, ya que el vuelo de hoy tenía dos fases y la fundamental se desarrolló sin problemas.

Una de las innovaciones de Ariane 6 son el motor Vinci, con capacidad para encenderse en este vuelo tres veces, y la unidad de potencia auxiliar (UPA), ambas de la etapa superior del cohete. Sion señaló que los dos se encendieron correctamente, una y dos veces respectivamente, para permitir la liberación de los satélites.

Sin embargo, ya en la fase de demostración, la UPA se encendió una segunda vez, como previsto, pero se apagó inmediatamente, una anomalía que se analizará en detalle cuando estén disponibles todos los datos. Esto hizo que Vinci no pudiera encenderse una tercera vez. El resultado fue doble: por una parte no se separaron dos cápsulas de reentrada de prueba que llevaba Ariane 6, y por otra, sin el tercer encendido de Vinci no fue posible desorbitar la etapa principal del lanzador para que se destruyera en la atmósfera.

Dos cargas españolas

En cualquier caso, lo conseguido en la fundamental primera fase del vuelo, que se desarrolló sin problemas, ha servido para probar el lanzador, que transportaba entre su carga al dispensador de satélites RAMI de la empresa gallega UARX Space, un cubesat de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y el experimento CURIE de la NASA, entre otras cargas útiles.

Ariane 6, con el que se abre una nueva era de transporte espacial europeo autónomo, centra su diseño en la versatilidad y la modularidad, que le permite adaptarse a las necesidades de misiones con cargas múltiples y con un objetivo de reducción de costes del 40 % ante su predecesor, Ariane 5.

Entre sus principales innovaciones, el motor de la etapa superior, Vinci, que se podrá reiniciar hasta cuatro veces y permitirá situar cargas en diferentes órbitas o planos para formar constelaciones de satélites, un mercado en alza y con cada vez más competencia.

El encendido final podrá sacar de órbita la etapa superior, una vez superados incidentes como el del vuelo inaugural, para que desaparezca en la atmósfera terrestre, reduciendo así la basura espacial.

Lanzador europeo propio

Este despegue devuelve a Europa su capacidad de lanzar al espacio de forma autónoma, que perdió tras el fin de los vuelos de Ariane 5, hace ahora un año. El cohete Vega C tampoco despega desde que en 2022 fracasara en su primera misión comercial.

La interrupción de la colaboración con la agencia espacial rusa Roscosmos en 2020, por la guerra de Ucrania, hizo que Europa dejara de usar los Soyuz, con los que contaba para cubrir el periodo de transición si Ariane 6 no estaba listo en el plazo previsto. A final el retraso fue de cuatro años. Esa crisis de lanzadores llevó a la ESA a recurrir a la estadounidense SpaceX para enviar al espacio algunas de sus misiones institucionales.

Ariane 6 cuenta con la participación de 13 países de la ESA, siendo los mayores contribuyentes Francia (55,6 %), Alemania (20,8 %), Italia (7,7 %) y España (4,7 %). También están implicadas unas 600 empresas europeas, entre ellas varias españolas, como la delegación nacional de Airbus.

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