Es un mito bíblico, pero la distopía del diluvio universal que duró 40 días y 40 noches, en el contexto actual de crisis climática y fenómenos extremos, no parece ya tan exagerado. De hecho la ciencia ha identificado ya un tipo de megatormente, bautizadas como ARkStorms (tormentas arca) que en las actuales condiciones pueden durar tres semanas. En The Conversation repasan, coincidiendo con el impacto causado en España por la DANA a su paso por Valencia, cómo es este fenómeno de lluvias torrenciales que se nutren de ríos atmosféricos anómalos.



Inundaciones causadas por el huracán Milton.
Arprince/Shutterstock

Fernando Valladares, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)

El diluvio universal es un relato bíblico que siempre sonó exagerado. 40 días y 40 noches lloviendo sin parar. El relato se apoyó en un mito sumerio, pero diversas investigaciones han revelado varias inundaciones catastróficas que amenazaron diversas culturas y civilizaciones antiguas, y no fueron mitológicas. Lo que ahora nos preocupa es que los diluvios ocurren cada vez con más frecuencia debido al cambio climático antropogénico.

Se estima que las ARkStorms o megatormentas más probables en las actuales condiciones de cambio climático pueden durar tres semanas, la mitad de tiempo que el mito sumerio-bíblico del diluvio universal, pero acercándose a él.

Las megatormentas y los ríos atmosféricos

Una lluvia catastrófica de las características del mítico diluvio universal ocurrió en California entre diciembre y enero de 1861-62. Es lo que ahora se conoce como megatormentas y también como ArkStorms o tormentas Arca en alusión al arca de Noé. Estas megatormentas se produjeron en California en el último milenio aproximadamente una vez cada cien años. Requieren que se formen uno o varios ríos atmosféricos.

Los ríos atmosféricos son bandas de solo algunos cientos de kilómetros de ancho, pero de miles de kilómetros de longitud. Cubren menos del 10 % de la superficie terrestre, pero transportan más del 90 % del vapor de agua de toda la atmósfera, fundamentalmente en forma de nubes.

Los ríos atmosféricos se forman en muchas partes del mundo y aportan más de la mitad de la escorrentía media anual de estas regiones, incluidas las costas sudoriental y occidental de Estados Unidos, el sudeste asiático, Nueva Zelanda, el norte de España, Portugal, el Reino Unido y el centro-sur de Chile.

California depende de los ríos atmosféricos hasta en un 50 % de sus precipitaciones anuales. Una serie de ríos atmosféricos invernales pueden traer suficiente lluvia y nieve para acabar con una sequía, como ocurrió en partes de la región en 2023.

Aunque los ríos atmosféricos comparten un origen similar –el suministro de humedad desde los trópicos–, la inestabilidad atmosférica de la corriente en chorro les permite curvarse hacia los polos de formas diferentes. No hay dos ríos atmosféricos exactamente iguales.

Imagen de satélite donde se aprecia un largo hilo de nubes sobre el océano.

Río atmosférico que conectaba Asia y Norteamérica en octubre de 2017.
NASA

Se desplazan al norte

Ahora se está viendo que los ríos atmosféricos se han desplazado al norte, entre 6 y 10 grados hacia los dos polos en las últimas cuatro décadas.

Lo que interesa especialmente a los climatólogos es su comportamiento colectivo. Suelen verse en las regiones extratropicales, entre las latitudes de 30 y 50 grados en ambos hemisferios, algo que incluye la mayor parte de EE. UU. continental, Europa, el sur de Australia, Argentina y Chile.

En ambos hemisferios, la actividad de los ríos atmosféricos ha aumentado a lo largo de los 50 grados norte y 50 grados sur, mientras que ha disminuido a lo largo de los 30 grados norte y 30 grados sur desde 1979.

En América del Norte, eso significa más ríos atmosféricos que empapan la Columbia Británica y Alaska. Esto implica una auténtica reacción en cadena global impulsada por las variaciones de la temperatura de la superficie del mar en el Pacífico oriental tropical.

Afectada la circulación atmosférica global

Desde el año 2000, las aguas del Pacífico oriental tropical tienden a enfriarse, lo que afecta a la circulación atmosférica en todo el mundo. Este enfriamiento, a menudo asociado a las condiciones de La Niña, empuja los ríos atmosféricos hacia los polos. Es toda una cadena de procesos interconectados.

En condiciones de La Niña, cuando las temperaturas de la superficie del mar se enfrían en el Pacífico tropical oriental, la circulación Walker –gigantescos bucles de aire que afectan a las precipitaciones a medida que suben y bajan sobre distintas partes de los trópicos– se fortalece sobre el Pacífico occidental. Esta circulación más fuerte provoca la expansión del cinturón de precipitaciones tropicales. La expansión de las precipitaciones tropicales, combinada con cambios en los patrones de los remolinos atmosféricos, da lugar a anomalías de alta presión y patrones de viento que dirigen los ríos atmosféricos más aún hacia los polos.

Un desplazamiento de los ríos atmosféricos puede tener grandes efectos en los climas locales. En los subtrópicos, donde los ríos atmosféricos son cada vez menos frecuentes, el resultado podría ser sequías más prolongadas y menos agua. Muchas zonas, como California y el sur de Brasil, dependen de las precipitaciones de los ríos atmosféricos para llenar los embalses y mantener la agricultura. Recordemos la sequía de récord sufrida en el río Amazonas, en Brasil, con la ciudad portuaria de Manaos casi sin barcos por la falta de agua para el transporte fluvial durante 2024.

En latitudes más altas, los ríos atmosféricos que se desplazan hacia los polos podrían provocar precipitaciones más extremas, inundaciones y corrimientos de tierra en lugares como el noroeste del Pacífico estadounidense, Europa e incluso en las regiones polares.

En el Ártico, más ríos atmosféricos podrían acelerar el derretimiento del hielo marino, sumándose al calentamiento global y afectando a los animales que dependen del hielo. Según un estudio anterior, la tendencia de la actividad de los ríos atmosféricos en verano puede contribuir en un 36 % a la tendencia creciente de la humedad estival en todo el Ártico desde 1979.

El cambio climático y el aumento de los ríos atmosféricos

Hasta ahora, los ríos atmosféricos y las lluvias catastróficas han reflejado principalmente cambios en procesos naturales, pero el calentamiento global de origen humano está desempeñando un papel cada vez más importante. Se prevé que el calentamiento global aumente la frecuencia y la intensidad globales de los ríos atmosféricos porque una atmósfera más cálida puede retener más humedad.

La predicción de los cambios futuros sigue siendo incierta debido en gran parte a la dificultad de predecir las oscilaciones naturales entre El Niño y La Niña, que desempeñan un papel muy importante en el clima y en estos ríos atmosféricos.

Daños que pueden calcularse

Una megatormenta de tres semanas de duración causaría daños por valor de un billón de dólares. Hablamos de cinco veces los daños del huracán Katrina. Dólares que, obviamente, no tenemos y que ninguna compañía de seguros ni gobierno tiene ahorrados para ese momento.

La temporada 2024 de huracanes en el Atlántico ha sido muy anómala. Ha tardado en comenzar, pero lo ha hecho a lo grande con el tremendo huracán Helene seguido del devastador huracán Milton.

Imagen de satélite que muestra una espiral de nubes

El huracán Helene como huracán de categoría 4 mientras se acerca a tierra cerca de Perry, Florida, el 27 de septiembre de 2024.
NASA/Wikimedia Commons

El huracán Helene ha generado en el sureste de Estados Unidos más de 200 muertos, miles de desaparecidos, más de 1 000 vuelos cancelados e incontables daños materiales y devastación que se está investigando en estos momentos. Los relatos de quien vivió este huracán en Carolina del Norte son equiparables a lo que hemos ido descifrando del mítico diluvio universal.

La valoración científica de Helene y sus impactos es que se trata de un absoluto récord histórico de furia, fuerza y lluvia. Ha sido, con diferencia, el episodio de lluvias más extremo del que se tiene constancia en la mayor parte del sureste de Estados Unidos en más de 100 años.

En palabras del científico de la Universidad de California Daniel Swain, el evento de septiembre de 2024 en el sur de los Apalaches asociado al huracán Helene ha tenido impactos de “nivel ARkStorm” en el este de Tennessee y el oeste de Carolina del Norte. Se han producido inundaciones generalizadas muy catastróficas; se han perdido muchas vidas; las infraestructuras de transporte, electricidad y telecomunicaciones han quedado devastadas; algunas ciudades están completamente aisladas y muchas pequeñas poblaciones han sido sencillamente borradas del mapa.

El impacto de Milton



El huracán Milton cerca de alcanzar su intensidad máxima al norte de la península de Yucatán el 7 de octubre.
NASA/Wikimedia Commons

El huracán Milton afectó la poblada costa oeste de Florida, cuando aún se recuperaba del devastador huracán Helene que golpeó la zona dos semanas antes. Están saliendo las primeras estimaciones de daños económicos de Helene y se habla ya de 250 billones de dólares.

Hasta el momento los de mayor cuantía eran: Katrina con 170 000 millones de dólares, Sandy con 74 000 millones de dólares, Harvey con 131 000 de dólares e Irma con 52 000 de dólares. Veremos a cuánto asciende finalmente la factura de Milton.

No sé si somos conscientes de lo excepcional de esta situación atmosférica de otoño de 2024, con dos huracanes de esta magnitud tan seguidos y en la misma zona. Tardarían muchas décadas en ocurrir uno y otro hace solo medio siglo. Los estudios de atribución ya aluden al cambio climático. El gran contenido calorífico en el golfo de México está disparado, contribuyendo a estas intensificaciones de los huracanes.

Cada vez más personan se abochornan de los mensajes positivos, pero ingenuos, sobre el cambio climático. Incluso los abominan cuando la tragedia les golpea. Mensajes e historias dulcificadas que se apoyan en dos ideas: no alarmar en exceso a la población y considerar que la gente no es capaz de entender cosas graves y complejas. Mirando el desastre dejado por Helene y por Milton en septiembre y octubre de 2024, no parece que cualquier alarma de la población haya podido ser exagerada.

Si la sociedad encaja las guerras y reconstruye ciudades bombardeadas es que es muy capaz de encajar y entender realidades francamente difíciles. No son tiempos de edulcorar la realidad.The Conversation

Fernando Valladares, Profesor de Investigación en el Departamento de Biogeografía y Cambio Global, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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