Se estima que Europa podría haber cerca de 1,3 millones de personas viviendo en la calle y en España el INE refleja que en 10 años el número de afectados ha aumentado un 25%. El Sinhogarismo tiene implicaciones sociales de salud pública y de derechos humanos, pero el problema es además mayor para las mujeres que no tienen hogar. En The Conversation detallan la perspectiva de género de estas situación resaltando que las víctimas femeninas del sinhogarismo están más vulnerables e inseguras.


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Cristina Lidón-Moyano, Universitat Internacional de Catalunya

El sinhogarismo es un importante problema social, de salud pública y de derechos humanos en todo el mundo. Si bien es difícil obtener datos a escala europea, se estima que Europa podría contar con 1 286 691 personas que duermen en la calle, personas en refugios nocturnos y personas en alojamientos temporales para gente sin hogar.

En cuanto a España, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2022, este fenómeno se ha incrementado cerca de un 25 % en los últimos 10 años, con diferente afectación según la comunidad autónoma. En cuanto a Cataluña, datos recogidos por la Fundación Arrels muestran un incremento del 87 % en los últimos 15 años, con 4 899 personas en esta situación.

Cabe destacar que factores previos como traumas, abuso físico, orfandad, encarcelamiento, intentos de suicidio y consumo de drogas aumentan el riesgo de sinhogarismo. A su vez, esta circunstancia incrementa las posibilidades de padecer trastornos mentales, enfermedades crónicas y mortalidad prematura.

Mujeres sin hogar: más vulnerables e inseguras

La situación es especialmente preocupante para las mujeres que viven en la calle, ya que presentan características, necesidades y trayectorias de vida claramente más vulnerables en comparación con los hombres en las mismas circunstancias. Esto se puede explicar, entre otras cosas, porque ellas experimentan un sufrimiento psicológico, deterioro de la salud e inseguridad notablemente más grave.

La literatura científica existente respalda que las mujeres en esta situación tienen una mayor probabilidad de ser socialmente excluidas, peor salud percibida y una edad promedio más baja. Además, es más probable que estén acompañadas por niños pequeños y se ven afectadas de manera diferente por los trastornos derivados del uso de sustancias.

La marcada vulnerabilidad de las mujeres que carecen de vivienda ha impulsado algunas iniciativas para aumentar la concienciación sobre el tema. Un ejemplo es el seminario “inVISIBLES”, organizado por la asociación ASSÍS, donde las ponentes destacan la necesidad de incrementar la evidencia investigadora sobre el tema. Reclaman la necesidad de aumentar recursos y soluciones habitacionales específicas para mujeres, ya que presentan una problemática relevante de violencia múltiple (física, sexual, económica, familiar, etc.), además de mayor trauma, estigma interiorizado, discriminación y victimización. Todos estos factores aumentan su exclusión social, al mismo tiempo que empeoran su salud y su salud mental.

Las diferentes secuelas del sinhogarismo entre hombres y mujeres deberían tenerse en cuenta a nivel legislativo. En ese sentido, se está tramitando en estos momentos en el Parlamento de Cataluña la propuesta de ley de medidas transitorias y urgentes para hacer frente y erradicar ese problema, que tiene en cuenta la perspectiva de género hasta cierto punto.

El caso concreto de Barcelona

Decididos a analizar la vulnerabilidad diferenciada de las mujeres que viven en situación de calle en Barcelona en términos de salud, salud mental, adicciones y utilización de recursos sanitarios y sociales, desde la Universitat Internacional de Catalunya emprendimos en 2023 un proyecto de investigación financiado por el Observatorio Social de la Fundación “La Caixa”.

El objetivo es entrevistar 300 mujeres y 300 hombres sin hogar en la ciudad de Barcelona, viviendo al raso o en habitaciones, y realizar un seguimiento 6 y 12 meses después para analizar la evolución de las personas participantes, además del potencial impacto de las nuevas políticas. Hasta donde sabemos, esta sería la primera cohorte de personas que viven en la calle analizada en la ciudad, incluyendo la perspectiva de género.

Las encuestas realizadas hasta el momento, con la colaboración de asociaciones como el Instituto Municipal de Servicios Sociales y la Fundació Arrels, incluyen 83 mujeres y 170 hombres. Los datos descriptivos preliminares indican que las mujeres sin hogar de Barcelona presentan menor edad, menor tiempo sin hogar y menor consumo de sustancias (incluyendo alcohol y tabaco) en comparación con los hombres. Sin embargo, ellas les superan en cuanto a la frecuencia y gravedad de los problemas de salud física y mental, así como presencia de eventos vitales estresantes.

Estudios similares al propuesto se han llevado a cabo en otras ciudades españolas como Madrid. En particular, una investigación comparó las situaciones de hombres y mujeres sin hogar en la capital española, encontrando que las mujeres presentan un nivel de vulnerabilidad significativamente mayor que los hombres, especialmente en cuanto al número de veces que han estado en situación de calle, la estabilidad laboral y el uso de sedantes.

Aunque las mujeres sin hogar enfrentan graves dificultades, el estudio también resalta algunas fortalezas, como su mayor resiliencia, que podrían ser clave para mejorar su inclusión social.

De manera similar, en el contexto europeo, la evidencia señala que las necesidades de las mujeres que viven en esa circunstancia de forma prolongada y recurrente suelen ser complejas y, a menudo, pueden superar las de los hombres en una situación similar.

En cuanto al proyecto en Barcelona, los resultados finales permitirán actualizar nuestro conocimiento acerca de cómo viven las mujeres que carecen de vivienda en grandes ciudades. Y quizás aporte pistas para entender el aumento constante de mujeres en esta situación.

En última instancia, la información obtenida servirá para trabajar en intervenciones y estrategias preventivas más eficaces que eviten el sinhogarismo, además de implementar recursos y estrategias asistenciales y sociales adaptadas a las necesidades específicas de las mujeres que viven en la calle, con el fin de que mejoren su calidad de vida y su reinserción social.The Conversation

Cristina Lidón-Moyano, Grupo de Evaluación de Determinantes de la Salud y Políticas Sanitarias, Universitat Internacional de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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