Las mujeres no solo quieren ser astronautas: quieren poder tener la regla en el espacio
Si la menstruación en el planeta Tierra está poco estudiada, imagínense fuera de él. A día de hoy, la regla aún es suprimida con hormonas antes y durante las misiones espaciales. Coincidiendo con el Día Mundial de la Mujer y la Niña en Ciencia, en Sinc repasan la reivindicación de dejar de mirar para otro lado y buscar soluciones.
Si la menstruación en el planeta Tierra está poco estudiada, imagínense fuera de él. A día de hoy, la regla aún es suprimida con hormonas antes y durante las misiones espaciales #11F2025 #WomenAndGirlsInScience
Por @bajoelbillete
— SINC (@agencia_sinc) February 11, 2025
Hace ahora cinco años, la astronauta estadounidense Christina Koch batió el récord de permanencia en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) para una mujer: 328 días, casi un año. De haber estado en tierra, Koch habría pasado —de media— por unos once ciclos menstruales, pero allí arriba no tuvo ninguno.
En general, la exploración espacial siempre ha sido concebida como una actividad masculina: los trajes, el tamaño de los asientos en los trasbordadores o incluso los cuartos de baño que se encuentran en la ISS estaban inicialmente concebidos para que solo los visitaran hombres. Pese a que el número de mujeres que han salido de la órbita terrestre desde que Valentina Tereshkova (URSS) y Sally Ride (EEUU) lo hicieran en 1983 ya se aproxima al centenar, hasta el otoño de 2020 no se habilitó un WC más amable para las astronautas que visitaban la estación.
Este desequilibrio alcanza su punto álgido con la salud reproductiva femenina. De hecho, la ciencia tuvo que recurrir a una rana africana (Xenopus laevis) para descubrir que la ovulación en órbita era posible.
El tema de la menstruación en el espacio siempre ha sido problemático de abordar. En primer lugar, por el temor a las consecuencias sobre la salud de las astronautas o las dudas sobre su capacidad para realizar ciertas tareas.
Mirar hacia otro lado
En sus primeros estudios al respecto, en los años sesenta, la NASA valoró incluso que una astronauta podía morir al menstruar, ya que en condiciones de microgravedad aquella sangre liberada del endometrio podía acabar deslizándose bajo el abdomen y provocar una peritonitis en pleno espacio. Esto nunca sucedió, aunque no está claro quién ha sido la primera mujer en menstruar en el espacio… o si alguna vez alguien lo hizo.
En segundo lugar, tener en órbita a astronautas con el periodo también requería acomodar las condiciones del cohete o la nave para satisfacer sus necesidades de higiene y planteaba un problema extra de material a bordo (una de los principales tareas de quienes planean una misión se centra en cómo reducir la carga, ya que cada kilogramo extra supone mucho dinero) o generación de residuos.
En general, era un problema que a los ingenieros estadounidenses les provocaba más dolores de cabeza que el aterrizaje de un robot explorador a cientos de miles de kilómetros de la Tierra. En la preparación del primer vuelo de una astronauta, la NASA preguntó a Sally Ride si para un trayecto de una semana bastaría con cien tampones. Ella respondió que con la mitad iba más que sobrada.
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