En su primer mandato, Trump no ejerció precisamente de amigo de Europa. Pero de cara a su vuelta a la Casa Blanca en 2025, los líderes de la UE ya saben a qué atenerse y el propio magnate ha hecho públicas algunas de sus intenciones. Desde la guerra de Ucrania a la OTAN, pasando por el comercio, los aranceles, la democracia o el debilitamiento de los valores europeos. En The Conversation analizan qué medidas podría tomar la UE para protegerse y salir incluso más reforzada de un segundo mandato de Donald Trump.


Phil Mistry/Shutterstock 

Waya Quiviger, IE University

Tras una remontada política sin precedentes y una victoria arrolladora, Donald Trump será pronto el 47º presidente de Estados Unidos, el primero en más de 120 años que consigue un segundo mandato no consecutivo. También es el primer presidente condenado y procesado dos veces que es reelegido.

Pero dejando a un lado las primicias históricas, ¿qué significa esto para Europa y cómo pueden prepararse los países de la UE para cuatro años más de Trump? Durante su último mandato, Trump no ejerció de amigo de Europa, pero la “buena” noticia es que esta vez los líderes de la UE saben a qué atenerse, ya que Trump ha dejado muy claras sus intenciones.

Afirma que pondrá fin a la guerra en Ucrania en 24 horas y enterrará el intento de ese país de entrar en la OTAN. También impondrá aranceles del 10 % al 20 % a todas las importaciones europeas (y del 60 % a todas las importaciones chinas), y planea retirarse del Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático por segunda vez.

Su regreso también tendrá un enorme impacto en la política europea, envalentonando a los partidos de extrema derecha que abrazan sus posturas sobre la inmigración y la identidad nacional. En resumen, Trump desestabilizará aún más el orden mundial y socavará el multilateralismo, las relaciones transatlánticas y la unidad europea.

La seguridad y la OTAN amenazadas

En previsión de que Trump deje de apoyar a Ucrania y potencialmente se salga de la OTAN, las naciones europeas deben aumentar inmediatamente sus capacidades de defensa y gastar al menos el 2 % del PIB en esta partida.

Esto es crucial por dos razones. En primer lugar, los miembros de la UE deben aceptar por fin la necesidad de depender unos de otros en materia de defensa y seguridad. En segundo lugar, esto enviaría una señal positiva a Trump, que ha acusado repetidamente a los aliados de la OTAN de no pagar sus cuotas.

También será esencial promover la cooperación entre los países de la UE con importantes complejos militares-industriales, como Francia, Italia, España y Polonia. Esto estimulará los mercados europeos y generará la innovación y el crecimiento económico que tanto se necesitan.

Europa ya está avanzando tímidamente en esta dirección. El reciente informe Draghi, publicado en septiembre de este año, anima a los países de la UE a centrarse en sus propias industrias armamentísticas en lugar de comprar armas a EE. UU. –actualmente, el 63 % de las armas de Europa proceden de allí–.

Los países de la UE también pueden considerar la posibilidad de contraer una deuda conjunta como forma de agrupar el gasto en defensa y la adquisición de armas, y el Banco Europeo de Inversiones debería prestar dinero a los países de la UE para inversiones en defensa. Este endeudamiento conjunto (mediante la emisión de “eurobonos”) también podría aumentar los fondos totales disponibles para Kiev, lo que será especialmente importante si Trump se retira de Ucrania.

Comercio y aranceles

Las intenciones proteccionistas de Trump no han sido ningún secreto –en un mitin reciente dijo que “fuera del amor y la religión, es la palabra más hermosa que existe: arancel”–.

Los líderes de la UE están muy nerviosos ante las amenazas de aumento de los aranceles, ya que podrían provocar un enorme desplome de las exportaciones de la UE a EE. UU., lo que podría afectar a millones de puestos de trabajo. La relación comercial entre EE. UU. y la UE es la mayor del mundo, con 1,3 billones de dólares. En comparación, el comercio entre la UE y China es de 758 000 millones de dólares.

Maquinaria, vehículos y productos químicos, los sectores que representaban el 68 % de las exportaciones de la UE a EE. UU. en 2023, serían los más afectados. Alemania, Países Bajos, Irlanda y Bélgica serían los más expuestos a una caída del comercio bilateral.

Para protegerse de los aranceles elevados, la UE debe orientarse hacia otros mercados regionales. Por ejemplo, debería ratificar finalmente el acuerdo con Mercosur y buscar otras alianzas regionales para reducir su dependencia de la demanda estadounidense.

El bloque también debería intentar negociar antes de optar por aranceles de represalia. Esto ya ocurrió durante la primera presidencia de Trump, cuando Ursula Von der Leyen se reunió personalmente con Trump e intentó asegurar unos términos comerciales más favorables.

Dada la volatilidad de Trump, este tipo de negociación personal puede ser realmente esencial para conseguir que llegue a acuerdos comerciales, como exenciones para determinados bienes exportados.

La democracia y el debilitamiento de los valores europeos

La victoria de Trump dará energía y envalentonará a los partidos de extrema derecha de toda la UE que comparten sus ideas antiliberales sobre inmigración e identidad nacional, muchos de los cuales son, además, escépticos con la UE y la OTAN como él. Viktor Orbán, de Hungría, por ejemplo, dijo recientemente que celebraría una segunda presidencia de Trump con botellas de champán.

Muchos de los partidos de extrema derecha de la UE, como Alternativa para Alemania (AfD), el Partido de la Libertad de los Países Bajos, la Agrupación Nacional (RN) de Francia y los Hermanos de Italia, consideran a Trump como el mascarón de proa de su movimiento. Querrán estrechar lazos con el presidente estadounidense y se sentirán con poder para difundir y normalizar sus ideas por todo el continente.

Esto sólo puede socavar los valores democráticos fundamentales sobre los que se fundó la UE y provocar una mayor tensión en el tejido social de los países miembros.

Para contrarrestar el auge de estas fuerzas antidemocráticas, la UE no puede ser equívoca y debe establecer formas de sancionar o incluso expulsar a los países miembros que dejen de adherirse a sus principios fundacionales de democracia y derechos humanos.

La UE también puede limitar su influencia, por ejemplo, modificando sus sistemas de votación. Muchas de las decisiones que se toman actualmente en Bruselas requieren el consenso unánime de los 27 países, y esto da a un país más pequeño y antiliberal como Hungría el poder de bloquear decisiones importantes. De hecho, Orbán ha bloqueado la ayuda militar y financiera de la UE a Ucrania en varias ocasiones.

Esto ya no debería permitirse, y un simple cambio en los sistemas de votación –de votos unánimes a mayoritarios– impediría que los miembros más extremistas de la UE ejercieran un poder desproporcionado.

Estas medidas no bastarían para evitar el auge del antiliberalismo en la UE, pero podrían impedir que descarrilara las estructuras democráticas del continente.

¿Podemos proteger a Europa de Trump?

Todas las medidas anteriores requerirán una mayor unidad y cooperación europeas. La buena noticia es que las crisis anteriores han estimulado una mayor acción colectiva entre los miembros de la UE. La crisis de la eurozona condujo a una mayor integración de los sistemas bancarios, la pandemia de covid-19 llevó a la compra conjunta de vacunas para todos los países de la UE y al endeudamiento de toda la UE para financiar el programa de recuperación económica, y la invasión de Ucrania hizo que los países de la UE se unieran en apoyo de Kiev.

Esperemos que una segunda presidencia de Trump conduzca a acciones conjuntas similares, a una unidad reforzada y a una mayor autonomía estratégica. El futuro inmediato de la UE depende de ello.The Conversation

Waya Quiviger, Professor of Practice of Gobal Governance and Development, IE University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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