De nuevo, en Barcelona
«A un panal de rica miel dos mil moscas acudimos -curiosos, medios de comunicación, mossos de escuadra- para ver si la presencia de los Príncipes en Barcelona daba lugar a algún incidente. Lo destacamos para poner en evidencia cómo pasan las cosas, o cómo se fabrican, con intención o por puro seguidismo. Los jóvenes interpretan el papel que se supone han de interpretar, por eso hay delante tantas cámaras, pero no ha ocurrido nada de especial importancia. No hay más cera que la que arde. Puede que llegue un día en que la monarquía esté en cuestión, pero no es hoy ese día. Abrir ahora ese melón es violentar las cosas de forma disparatada, e introducir en este país, ya suficientemente sobresaltado, un debate que no está en la sociedad ni por asomo. Ahora bien, la experiencia nos ha enseñado que cuando un asunto entra en escena y es goloso, y es primario, se pega como una lapa a la campaña electoral y ya no hay quien lo suelte. Con Ibarretxe, raca, raca, inasequible a la realidad. Y con las fotos quemadas del rey, el PP ha olido a patria y se ha envuelto en la bandera. Anuncia un 12 de octubre de marea rojigualda: «Somos España», pregonan, salvadores. Ya hay carteles y pancartas. El PSOE observa que sus intentos de llevar la política a la vida real, sus muchos e importantes avances sociales, se estrellan ante tanta esencia, cosecha del siglo diecinueve.»