De pobres sindicatos y ricas patronales
Ignacio Escolar publicó este post en escolar.net pocas horas antes de la Huelga General del 29s. Como es dificil de creer que la ofensiva contra los sindicatos haya terminado, es pertinente recuperar este texto, para tenerlo bien presente la próxima vez que la prensa patria lance sus rotativas contra el sindicalismo.
Porque pedir que desaparezca la representación sindical es tan ridículo como pedir que desaparezca la representación patronal, ¿o es que están pidiendo ambas cosas?:
«Menos mal que la huelga es mañana. Si no, pronto descubriríamos que hay un sindicalista que tiene un iPhone, otro que pasó una semana con su novia en Nueva York y un tercero al que le gusta la gamba roja de Garrucha y el vino bueno. Vicios, por supuesto, incompatibles con la defensa de los trabajadores porque los sindicalistas son como los cartujos: ascetas mendicantes que sólo pueden comer en un restaurante con mantel una vez al año, cuando el patrón invita por Navidad.
La semana pasada, el diario La Gaceta (y que me perdone Vizcaíno por meterme en su Carpetovetonia) publicó que Ignacio Fernández Toxo se había ido de ??crucero de lujo? por el Báltico. Según la noticia de portada, un pasaje en el barco costaba ??hasta los 2.400 euros por persona?. La Gaceta no explicaba que eso era si uno reserva la suite, y que el precio medio por una semana es de 1.200 euros todo incluido; más o menos lo que se gasta al mes el moroso Díaz Ferrán en la gasolina de su Ferrari; o una fracción de lo que cobran muchos de los tertulianos que criticaron a Toxo por no pasar el agosto en el pueblo, con la familia.
Ayer, La Gaceta reincidió, y esta vez fue Cándido Méndez el objetivo de su peculiar periodismo de investigación: denuncia el diario que el líder de UGT celebró un cumpleaños con su familia en un restaurante caro de Madrid (¡oh tiempo, tus pirámides!). Ante tal exclusiva, no sé a qué espera el pobre Cándido para dimitir. ¡Qué digo a dimitir! A dimitir y después rezar el ??yo pecador?? cincuenta veces, porque por su culpa, por su culpa, por su grandísima culpa, está el país en esta crisis tan terrible, que permite a las empresas cotizadas batir récords de reparto de dividendos, mientras los sindicalistas, esos egoístas, les da por celebrar su cumpleaños o veranear.»