Ayer volví a tu casa y descubrí que las escaleras no eran tan majestuosas como las de Escarlata O´Hara o que la mecedora que te dormía era dura, incómoda y triste. La foto que está encima de la chimenea me llevó de nuevo a tu regazo… mientras me me…cías yo recorría con mis dedos tus cabellos blancos, tus ojos azules de mirada triste, tu nariz, tus finos labios que enmarcaban una comisura de surcos agrietados como los de tu frente, que para mi eran olas del mar.
¡Eres igual que tu abuela! me habían dicho una y otra vez, pero yo no tenía esa piel, la mía era tersa y fina, «herencia de familia» decía mamá. El espejo de tu baño, deteriorado por los años, me devolvía una imagen de mujer envejecida y al verme te vi y supe que habías pasado el miedo de todos y lo habías guardado en tu cara.
Por eso nosotros no teníamos arrugas
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