Egipto pone de manifiesto las contradicciones morales del occidente democrático
Las consecuencias para Egipto y el mundo árabe de los movimientos que se están produciendo son imprevisibles. ¿Estamos ante un proceso democratizador? ¿simplemente reformista? ¿hacia una iranización? ¿hacia un modelo democrático al estilo de Turquía?… ¿que pide la población?
No son las únicas inquietudes. Las revueltas están poniendo de manifiesto las contradicciones morales de occidente. Decir como estan diciendo algunos que el Islam no es compatible con la democracia es una descalificación gratuita propia de Think Tanks interesados, «a no ser que alguien pueda aportar alguna incompatibilidad genética» entre ambos conceptos desconocida para la ciencia. El radicalismo es lo incompatible con la democracia siempre, no el Islam.
Y es muy posible que Egipto esté preparado para afrontar ese proceso, como lo estaba España tras el franquismo, pero ¿está preparado el mundo para aceptar el resultado de unas elecciones en Egipto? ¿quién necesita entonces mejorar su cultura democrática?
Así nos lo contaba Haizam Amirah Fernandez, Investigador Principal para el Mediterráneo y Mundo Árabe en el Real Instituto Elcano, quien aportaba también las notables diferencias que hay entre esta revolución con otras vividas en el mundo árabe.Explicaba Haizam en #alrojovivo -La Sexta2- que no se puede decir que estemos ante la iranización de Egipto. La revolución del 79 en Irán que dió paso al islamismo radical se produjo en un contexto mundial muy concreto, enmarcado por la guerra fría, y muy diferente al actual. Hoy estamos ante una revolución protagonizada por los hijos de Internet, los hijos de las redes sociales y de la televisión por satélite. Los modelos culturales que esa generación tiene como referentes son democráticos, con derechos y deberes, con oportunidades y ausentes de paternalismos.
El futuro es incierto, claro. Pero hay suficientes ingredientes como para pensar que el resultado puede ser positivo.
No nos corresponde en todo caso a nosotros ser vigilantes, sino al propio pueblo de Egipto, que tiene derecho a decidir por su futuro.