El debate de Eluana
Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «En el dramático caso de Eluana, el debate no enfrentaba a los que preferían que viviera con los que preferían que muriera. Era un debate sobre la libertad. Por un lado estaban los que entendían que la voluntad de Eluana (o su padre y tutor) había de prevalecer pues se trataba de la vida o muerte de Eluana. Por otro los que creían que sus propios puntos de vista habían de prevalecer sobre los de Eluana, aunque se tratara de la vida o de la muerte de Eluana. Para los primeros, Eluana era lo importante. Para los segundos, Eluana era lo de menos. Lo importante era un dogma; la libertad frente al dogma. Un debate, por tanto, imposible.
El ser humano, con todos sus interrogantes, frente a un principio, mayúsculo y helado. Nada que discutir con la Iglesia, una institución que nunca duda porque afirma que sabe, y sabe además que está en posesión de la verdad. Ni con los millones de personas que encuentran en la Iglesia confortable respuesta a los enigmas de la existencia. Entre los demás, la discusión podría extenderse hasta los más remotos confines dialécticos. Pero, por fortuna, se halló hace tiempo una fórmula capaz de resolver las disputas más encendidas: se llama la ley. Y a ella se han de someter unos y otros, agnósticos y creyentes, dubitativos o no. En el caso de Eluana, también. Tras siete años esperando un milagro, sus padres creyeron llegado el momento de acabar con aquel drama, coma irreversible, estado vegetativo. Y recurrieron a la ley. Y después de nueve años de «via crucis» legal, encontraron el apoyo del Tribunal Supremo.
Podían acabar diecisiete años de encarnizamiento terapéutico. Entonces apareció la Iglesia y apareció, haciendo una pausa en sus negocios, Silvio Berlusconi, de profesión fabricante de leyes a la medida de sus intereses y su voluntad. Eluana y sus padres, solos durante diecisiete años de drama, vieron su dolorida intimidad asaltada de forma alevosa por un escándalo inducido. Este asalto, su insolencia, su crueldad, su falta de sensibilidad humana, han hecho más por la causa de la eutanasia que mil alegatos bien razonados.»