El Infierno
¿Cómo empezar…? ¡¡¡si no puedo!!!
Si no tuvieran poder …, si no tuvieran dinero
podría pasar de largo y ni reparar en esto.
Pero tienen las manazas tan grandes como morteros;
Sus barrigas son murallas, enormes bolas de sebo,
que impiden que sus miradas puedan alcanzar el suelo.
Y entre cadera y cadera los más oscuros deseos se yerguen
(como amenazas) entre niños, miseria y cieno.
¿De donde han salido estos…? ¿Dónde se esconde su cetro…?
Llevan siglos, con sus botas, aplastando al pobre el cuello,
en nombre de un dios ficticio que se han inventado ellos.
Y el hombre humilde se humilla, ante el brillo de sus dedos.
¿ Será porque a los que nada tienen solo les queda el cielo,
y su única escapada es huir del fuego eterno?
Son tan tiranos, tan necios que solo quieren el pan
para tragarselo entero. Y si les sobra lo tiran,
antes que repartirlo tierno.
¡Que asco me dan, que asco, esos señores del miedo!
¡ Que ganas de vomitar me guardo, que ganas de insultarles tengo!
Y en las calles de Vallecas, en el Madrid del infierno, cientos de
voces suplican, en un tremendo silencio, que no les cierren las puertas.
Que les dejen la esperanza, la esperanza por lo menos .
Mientras tanto tres olivos con los vaqueros gastados,
de rodillas en el suelo, preguntan al cielo en bajo
Padre mío, Padre mío ¿por qué me has abandonado…?
Yo los miro desde fuera y pienso como siempre he pensando,
que desde que tengo cordura, y supe lo que era el daño
la iglesia de los prelados me sigue escandalizando.
¡Que se vayan a la mierda, a vivir en sus palacios,
que coman buenas torrijas y se den grandiosos baños!
Mientras yo, en esta ventana, trataré de ahogar el llanto.