Hablábamos ayer sobre lo peligrosamente empalagosas que pueden llegar a ser las mitificaciones. La transición estuvo bien, vale ¿como podría negarse?. Obviamente yo no estoy en contra de la misma, así en genérico. Tanto es así, que se puede decir objetivamente que me interesa la historia. Solo estoy contra el mito.

Sin duda, no es un discurso muy correcto. La transición la condujeron quienes hoy dirigen los medios de comunicación, escriben los periódicos, gobiernan los bufettes, hablan en las tertulias, participan en los Consejos, mueven las empresas… y seguramente alguno de ellos, al escucharlo, se llevó las manos a la cabeza.

Lo siento, pero es muy sano poder decirlo en voz alta: la transición estuvo bien, de acuerdo, pero no fue perfecta.

La perfección es un concepto poco humano. Yo pienso que radiocable.com está bien pero no por ello creo que sea perfecto. ¿Nos hace eso más débiles? ¿más vulnerables? No, si acaso, nos hace más ambiciosos, menos temerosos.

España -y bien lo saben los corresponsales extranjeros que nos observan- tiene pendientes muchas asignaturas relacionadas con la transición y la democracia. Una de ellas, sin duda, tiene que ver con las mitificaciones políticas. ¿Se puede criticar a la Monarquía? ¿se puede criticar al parlamento? ¿Se puede criticar a los Obispos? ¿se puede criticar la transición? No. No se puede, pero hacerlo nos convertiría en una democracia más adulta.