Ayer, ya lo sabeis algunos, vino a 59 segundos (tve) el padre de Mari Luz. Fue una conversación complicada porque navegó en un filo muy delgado entre lo emocional y lo jurídico. Y digo eso porque la entereza del padre, su calma, su forma de afrontar la terrible situación, es modelica. Nadie sabe el dolor por el que estará pasando, y yo desde luego no soy capaz ni siquiera de imaginarlo. Por eso pedí disculpas.

De lo emocional tengo poco más que añadir porque mi admiración por él es evidente. Las leyes, sin embargo, no son emocionales. Desgraciadamente no hay ningún dato que haga pensar que el endurecimiento de las penas signifique reducir los delitos. �?jala lo hubiera, pero no lo hay. Por otro lado, aquí falló la aplicación de la Ley, no la Ley en sí.

Incluso con todo eso, ayer defendí que el sistema judicial español funciona. Quizá no sea el mejor lugar para hacerlo pero lo dije porque de verdad lo creo: España no es Somalia, y ni siquiera nos parecemos por asomo a Colombia. El sistema funciona, con flagrantes errores  sí, y algunos de ellos dramáticos como el de Mari Luz, pero en términos generales funciona.

Lo dije y lo digo porque no creo que se le haga un gran favor a nuestro país sosteniendo que el sistema se ha hundido. El sistema tiene heridas, heridas muy profundas. Hay que curarlas, es verdad, y es mejor empezar por admitirlo. En ese sentido creo que la posición del padre es admirable puesto que evita que el médico -el gobierno, el CGPJ, etc…- mire hacia otro lado. Pero no dejemos que la enfermedad anegue nuestros cimientos, defendámoslo incluso pidiendo disculpas.