El Quijote para la depresión
Un espacio de colaboración entre radiocable y la BBC
[Isabelle Cornaz – BBC Mundo] Entre otras cosas, la obra de Cervantes muestra la importancia del diálogo, dice Françoise Davoine.
Miguel de Cervantes Saavedra, ¿precursor del psicoanálisis? El Quijote, ¿un manual de buen vivir? Desde su publicación en 1605 el libro del ingenioso hidalgo ha dado para miles de interpretaciones y lecturas, pero la de Françoise Davoine, psicoanalista francesa, es quizás única.
Davoine publicó a finales del 2008 el libro «Don Quijote para combatir la melancolía», donde afirma que Cervantes nos enseña como librarnos de las experiencias traumáticas y superar la depresión.
El Quijote es una de las obras literarias que Françoise Davoine utiliza frecuentemente en el marco de su trabajo.
Sus pacientes son personas que sufrieron traumas, o hijos de éstas, que heredaron la experiencia silenciosa de sus padres a la que hay que poner palabras.
Para aliviarlos y «acogerles en una tradición más amplia», para que se den cuenta de que no son víctimas aisladas, Françoise les cuentas historias. Entre ellas, las aventuras del hidalgo de la Mancha que la autora considera una lección de psicoanálisis.
El trastorno de Don Quijote ha suscitado muchas interpretaciones. Françoise Davoine, retomando las palabras del mismo Cervantes que dijo haber «engendrado» a Don Quijote, ve al hidalgo de la Mancha como el «hijo loco» de Cervantes.
Al hidalgo le tocó, al igual que a los pacientes de Françoise, verbalizar las desgracias que sufrió su padre.
«Cervantes era un antiguo combatiente, que fue esclavo y luego encarcelado durante cinco años en Argel. No escribió nada durante 20 años, hasta que llegó El Quijote. La obra le permitió revivir sus traumas y librarse de ellos».
Terapia
En el libro, la búsqueda interior de Don quijote se profundiza cada vez más. Se vuelve psicoanalista, al encontrar a alguien más loco que él
Françoise Davoine
¿Qué tipo de terapia propone Cervantes para luchar contra el trastorno mental y superar los traumas? Entre otras cosas, muestra la importancia del diálogo, dice la especialista.
«El libro está compuesto en gran parte por las escenas de «psicoanálisis a través de la palabra» entre el hidalgo y su escudero Sancho Panza, cuando están heridos, casi en estado de coma. Al despertarse, se ponen a hablar e intentan comprender juntos qué les está pasando». Según Davoine, la presencia del otro es un elemento esencial en el análisis del trauma.
«Uno no puede superar sus traumas solo. Los que fueron a la guerra lo dicen, siempre hubo un amigo, fallecido o aún vivo, que les ayudó a sobrevivir. Necesitamos al otro, pero esto otro puede ser tanto una persona como un animal, o incluso la naturaleza».
Y agregó: «Cuando trato a pacientes que padecieron una gran soledad, siempre les pregunto con qué estuvieron en contacto. Una vez una niña me respondió que tenía su paisaje, al que regresaba de vez en cuando, y con el que hablaba y soñaba».
Asimismo, Sancho Panza es como un espejo vital para Don Quijote. Es un «terapeuta» que participa e interviene, una actitud que la psicoanalista francesa intenta seguir con sus pacientes.
«Las personas que vivieron situaciones muy difíciles o peligrosas suelen ser muy perspicaces, ya que para sobrevivir desarrollaron una gran capacidad de atención. Es una inteligencia que no es la oficial, pero, como analista, es esencial que la tenga en cuenta. A veces se intercambian los papeles. El paciente, es capaz de sentir si un día me siento mal. Entonces nos sentamos para hablarlo y es él, el psicoanalista», dijo Davoine.
Precursor del psicoanálisis
Estas interferencias son también una de las lecciones del Quijote.
«En el libro, la búsqueda interior de Don Quijote se profundiza cada vez más. Se vuelve psicoanalista, al encontrar a alguien más trastornado que él. Abraza a este hombre y dice estar dispuesto a escucharlo. Pero lo más divertido es que el «paciente» le dice que se va a tumbar en la hierba para poder hablar más libremente. ¡Un verdadero precursor del psicoanálisis!»
Pero ante todo, Davoine señala que si la novela cervantina es antidepresiva, «es porque nos enseña a renunciar a la tristeza y a rebotar. Es una novela violentamente positiva y no-determinista, que sigue el ritmo de la síncopa, frecuente en el análisis del trauma: periódicamente tropezamos contra un elemento que todavía no habíamos tratado. Tomamos un nuevo impulso. Hay una energía enorme que brota de los momentos de gran derrota.»
Según Françoise Davoine, el azar y los encuentros imprevistos, las aventuras inesperadas con las que se enfrenta Don Quijote, son parte integrante del proceso.
El determinismo y el uso sistemático del pasado para comprender el futuro no funcionan.
En los momentos de grandes traumas no estamos en una dimensión temporal, porque nada tiene sentido y entonces se rompe la cadena de causa-consecuencia.
«Las personas que sufrieron traumas fueron a menudo víctimas de manipulación o perversión y le tienen mucho miedo a todo tipo de discurso que podría encerrarlos. Te dicen que no sirve de nada buscar una causa en el pasado y en parte tienen razón. A la inversa, el encuentro imprevisto les permite tejer lazos allí donde era imposible», concluye Françoise Davoine.