El valor de la incoherencia
Lo confieso, soy un ser ocasionalmente incoherente. Es duro. En la sociedad de la rectitud pública y en el país del Quijote, la incoherencia es una etiqueta que cuelga de los perdedores. A la coherencia, sin embargo, se le permite mirar por encima del hombro, caminar con el pecho hinchado, exigir la perfección.
No es que venga todos los días, tampoco nos pasemos, pero a decir verdad, la incoherencia sabe que siempre puede tomar una taza de café en mi casa, donde compartimos nuestra tristeza, en ausencia de la inmaculada coherencia.
Ay, a veces, la incoherencia puede ser hasta generosa. El problema, apunto yo, es que la coherencia se ha vuelto muy conservadora: no acepta ni las imperfecciones ni las complejidades del ser humano. ¿Puede ser, por tanto, un concepto progresista?
Hombre… lo de «soy incoherente y no quiero se etiquetado como conservador, así que asigno la caracteristica de conservadurismo a la coherencia» no parece muy serio, ¿no?
Se puede ser tan incoherente o coherente como se quiera o se sea capaz (acercándose a lo que uno entienda más deseable entre ambas posturas), pero personalmente para alguien cuya actividad (y supongo que al menos una parte de su sustento) se basa en informar y/o opinar, no me parece muy «honorable» una abjuración pública de la coherencia.
Creo que la coherencia se parece poco al inmovilismo, a predicar y no dar trigo o al «mantenela e no enmendalla» y tiene más que ver con hacer lo que se dice o mantener una línea base en el discurso vital.
Un saludo