El virus del maltrato
Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «A las conferencias y coloquios sobre violencia machista suelen asistir poquísimos hombres. Ante las noticias sobre este problema, o ante las campañas que lo denuncian, los hombres no nos damos por aludidos en general.
Pensamos que los destinatarios de esos mensajes son exclusivamente los varones maltratadores. Los que nunca hemos levantado la mano a nuestra pareja no nos sentimos concernidos.
Pues bien, para que el drama que tanto nos conmueve pueda algún día ser superado es imprescindible corregir ese error de enfoque. Los datos están demostrando de forma irrefutable -y hay que insistir en ello- que la brutalidad contra las mujeres no se da solamente en determinados segmentos sociales, o solo en familias desestructuradas, o solo en niveles culturales bajos, o solo a ciertas edades.
Ese virus violento está profundamente instalado en el cerebro de los hombres desde tiempo inmemorial, incubado por la sociedad patriarcal y desarrollado en ella durante siglos. La idea de que el varón es superior y propietario de la mujer es ya casi parte de nuestra masa encefálica, casi una neurona mas. Y la han ido activando sin descanso doctrinas políticas y religiosas muy potentes y mas que a menudo predominantes.
Creer que una ley y unos pocos años de democracia puedan ser suficientes para eliminar un rasgo así es como pretender alterar un gen leyendo un libro. Y los ingenuos deberían tomar buena nota de las últimas informaciones: casi un cuarenta por ciento de las mujeres que han necesitado protección durante los últimos doce meses eran jóvenes, amenazadas por jóvenes. Ya ven, chicos educados en los valores hoy imperantes; igualdad, tolerancia, etcétera.
La batalla va a ser larga y va a requerir perseverancia y la vamos a tener que librar nosotros con nosotros mismos, y con nuestros amigos, y con nuestros hijos, hasta que logremos construir un hombre distinto, con una mirada distinta. Porque, incluso los que se consideren mas avanzados saben cuanto se resisten a desaparecer los restos de las viejas telarañas.»