Los efectos adictivos de este opioide están controlados por dos vías neuronales distintas en el cerebro, según un estudio en ratones publicado en Nature y del que se hacen eco en Sinc. Este conocimiento podría ayudar al desarrollo de tratamientos para reducir la grave crisis sanitaria ocasionada en EE UU por esta sustancia, un problema que todavía no ha llegado a España, pero que cada año se cobra la vida de unos 100.000 estadounidenses.


El fentanilo es un opioide sintético similar a la morfina, pero resulta entre 50 y 100 veces más potente, como indica el Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas (NIDA) de Estados Unidos. En su forma recetada se utiliza para calmar el dolor intenso, aunque también se produce ilegalmente y se distribuye como droga, lo que le sitúa tras el drástico aumento de las muertes por sobredosis en este país durante la última década.

Al igual que la heroína y la morfina, el fentanilo se une a los receptores opioides que se encuentran en áreas del cerebro que controlan el dolor y las emociones. Sus efectos incluyen felicidad extrema, aletargamiento, náuseas, confusión, estreñimiento, sedación, tolerancia, adicción, paro respiratorio, pérdida del conocimiento, coma y muerte.

Después de consumir muchas veces, el cerebro se adapta a la droga y su sensibilidad disminuye, lo que hace que resulte difícil sentir placer con otra cosa que no sea la sustancia. De hecho, su gran poder adictivo se ha explicado por la combinación de efectos eufóricos causados por la liberación de dopamina (refuerzo positivo) con graves síntomas de abstinencia (refuerzo negativo).

Un estudio en ratones publicado hoy en la revista Nature avanza en el conocimiento de los circuitos neuronales relacionados con esta adicción, no definidos con precisión por el momento. Los autores, liderados por Christian Lüscher, investigador de la Universidad de Ginebra (Suiza), administraron la droga a los roedores e indujeron el síndrome de abstinencia para identificar las zonas cerebrales que se activan durante el refuerzo positivo y negativo. El fentanilo indujo actividad en el área tegmental ventral del cerebro, la región donde se libera dopamina.

La adicción más potente

La reducción de la actividad de los receptores opioides μ (localizados principalmente en el cerebro y la médula espinal) en dicha región provocó una menor liberación de dopamina y menos signos de refuerzo positivo. Además, la inhibición de este receptor opioide no alteró los efectos de la abstinencia, lo que sugería la posible existencia de otra vía implicada en la mediación del refuerzo negativo.

Así, identificaron también neuronas que expresaban receptores opioides μ en otra parte del cerebro, la amígdala central, cuya actividad aumentaba durante el síndrome de abstinencia. La desactivación de estos receptores eliminó los síntomas de la privación en ratones. Esto indica, según los expertos, un papel en la mediación del refuerzo negativo del fentanilo.

“Nuestro trabajo representa un avance significativo. Pasamos de un modelo en el que el refuerzo negativo está impulsado por un estado de deficiencia de dopamina a uno distinto originado en la amígdala”, explica Lüscher a SINC . “Eso sí, los hallazgos tendrán que resistir la prueba del tiempo y ser respaldados por futuros estudios en humanos”.

Por ahora, las conclusiones abren las puertas a investigaciones traslacionales, como la obtención de imágenes funcionales en pacientes que sufren trastorno por consumo de opiáceos y podrían contribuir al desarrollo de intervenciones y medicamentos para reducir la adicción al fentanilo y ayudar a la recuperación.

“Podría aplicarse a la terapia de sustitución, como la metadona, la piedra angular del trastorno por consumo de opioides”, dice Lüscher. “Tal vez sea posible desarrollar un medicamento de sustitución que se dirija selectivamente a la amígdala, atenuando el componente aversivo sin activar cada vez el circuito de refuerzo positivo”, apunta.

Más que una crisis de opiáceos

Carlos Blanco, director de la División de Epidemiología, Servicios e Investigación Preventiva del NIDA de EE UU, contextualiza la dimensión de este problema en el país: “Más de 100.000 personas mueren cada año por sobredosis de drogas, y cada muerte representa una trágica pérdida que podría haberse evitado”. Señala que se trata de algo más que una crisis de opiáceos en EE UU y que el suministro de drogas es cada vez más letal e impredecible.

“Otro factor que hace que el fentanilo ilícito sea tan peligroso es lo relativamente sencillo que resulta producirlo, una vez que los fabricantes consiguen los precursores. Esto da lugar a una rápida distribución e infiltración en la oferta de drogas, y los traficantes suelen mezclar el fentanilo con otras drogas, como heroína, cocaína, metanfetamina y MDMA”, continúa Blanco.

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