Los autores del estudio defienden que sería importante que alguna institución, como el Centro de Investigaciones Sociológicas, incorporara indicadores de forma regular para que tengamos evidencia científica sobre la polarización dado que parece tener consecuencias muy importantes en el comportamiento político de los ciudadanos y en los cálculos estratégicos de las élites políticas. Estas, pese a lo que afirman en sus discursos, pueden estar interesadas en fomentar dicha polarización y sacar partido electoral de la misma.”



Pedro Sánchez, en un mitín del PSOE.
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Luis Miller, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC) y Mariano Torcal, Universitat Pompeu Fabra

En las últimas semanas, especialmente alrededor de la reciente moción de censura, en España se ha empezado a hablar de forma intensa de polarización afectiva. Sin embargo, casi nadie ha utilizado (ni estudiado) este término en España antes de 2019. Fue entonces cuando varios artículos (aquí, aquí y aquí) llaman la atención sobre este fenómeno, que ya era objeto de discusión política en los Estados Unidos desde hacía al menos una década.

Para intentar establecer unas bases sólidas sobre las que construir una discusión informada sobre el tema, en este artículo vamos a presentar la única serie sobre polarización afectiva que se puede construir para el último cuarto de siglo (1993-2019) en España. Para ello, combinaremos los datos de tres encuestas distintas: los estudios internacionales CNEP y CSES y la encuesta nacional E-DEM.

Pero antes es necesario aclarar qué es la polarización afectiva y cómo se mide.

Al contrario que otras variantes de la polarización, como las diferencias ideológicas entre ciudadanos, partidos y políticas, la polarización afectiva siempre se refiere a sentimientos. Mide los sentimientos que nos despiertan los partidos políticos, sus líderes y votantes.

Por un lado tenemos los sentimientos que a una persona le despiertan los partidos y líderes con los que se identifica (en general, positivos). Por otro, los que le despiertan los líderes y formaciones con las que no se identifica (en general, negativos).

Estos sentimientos se miden en las encuestas con una pregunta cuya escala va de 0 a 10 (o, a veces, de 0 a 100) en la que se pregunta lo siguiente:

¿Y cuáles son tus sentimientos respecto de estos líderes?

En la escala, 0 representa sentimientos muy desfavorables; 5, ni desfavorables ni favorables; y 10 muy favorables. La pertenencia al grupo se define a partir de la identificación partidista (si bien ahora se opta por definir el grupo al que el entrevistado pertenece a partir de la selección del partido o líder por el que se tienen los sentimientos más favorables).

El índice de polarización afectiva es la media de la diferencia de dichos sentimientos por cada uno de los grupos de identificados con cada partido, ponderada por el peso relativo que cada uno de estos partidos tienen en el sistema de partidos. La fórmula se puede calcular de forma agregada o individual.

El índice agregado de polarización no es la media de la individual, sino que tiene en cuenta el peso electoral relativo de cada uno de los partidos. Finalmente, este índice se puede calcular para sentimientos hacia los partidos, líderes y para sus votantes (por ejemplo, sentimientos hacia “los votantes del PSOE”, “los votantes del PP”, etc.), si bien no existen grandes diferencias entre ellos.

Aquí hemos calculado la formula agregada de polarización afectiva propuesta por Gidron y otros y por Reiljan para sistemas multipartidistas. Por desgracia, la única versión de la polarización afectiva que podemos construir para los últimos 25 años es la que tiene que ver con los líderes (en los trabajos de estos autores, el número de años es más reducido y miden sentimientos hacia los partidos).

El gráfico 1 muestra la serie completa del índice total de polarización afectiva en España entre 1993 y 2019. También contiene el índice desagregado (y no ponderado) de la polarización generada por los sentimientos hacia el líder del partido con el que nos identificamos y aquella generada por los sentimientos hace el resto de líderes.



Gráfico 1: Polarización afectiva o desagregada España 1993-2019.
Fuente: CNEP (1993, 2004, 2011, 2015); CSES (1996, 2000, 2008); y E-DEM (2019)., Author provided

Este gráfico 1 nos muestra varias cosas.

Lo primero es que la polarización afectiva se ha caracterizado en España por una destacada oscilación en el tiempo que responde principalmente al contexto electoral de cada momento, si bien ha mostrado una pauta general de crecimiento.

Segundo, que los periodos de menor polarización se han iniciado con las mayorías absolutas del Partido Popular en 2000 y 2011, en las que el Partido Socialista se encontraba en la oposición.

Tercero, que la polarización afectiva se instala en el sistema español desde 2008, con la excepción de las elecciones de 2011 en las que el Partido Popular obtuvo una gran mayoría como consecuencia de la crisis económica y financiera en España.

Cuarto, que, con la excepción de estas últimas elecciones, la polarización ya estaba instalada desde 2008 en España, cuando alcanzó los niveles más elevados de toda la serie. Estos niveles volvieron a reproducirse, aunque algo más reducidos, en las elecciones de 2015.

Finalmente, aunque la polarización en 2019 es muy elevada, supone un pequeño descenso respecto de 2015, si bien sería interesante conocer si la llegada de la pandemia en 2020 ha supuesto un importante rebrote de dicha polarización, algo que de momento no podemos comprobar con los datos existentes.

En el citado gráfico mostramos los dos componentes de la polarización afectiva de forma desagregada. En las tres primeras elecciones de la serie ninguna de las dos líneas de sentimiento domina con claridad. Sin embargo, a partir del 2004 vemos una tendencia creciente en los sentimientos positivos hacia el líder propio que se consolida en las últimas elecciones.

Esto es interesante, ya que la polarización afectiva actual en España parece tener más que ver con el amor al líder propio que con el odio hacia el resto, lo contrario a lo que se ha venido observando en la polarización norteamericana, fundamentalmente basada en la hostilidad hacia el contrario.

La única elección donde se produjo un incremento importante de los sentimientos negativos fue, de nuevo, la elección de 2008 entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, que, de acuerdo con nuestros datos, supone el único caso de clara polarización negativa de los votantes, y como se ha dicho, el inicio de la cristalización de la polarización.

Resulta interesante la relación temporal que pueda existir entre ciertos factores contextuales y la evolución de la polarización afectiva en España. El gráfico 2 muestra el indicador general de polarización afectiva que ya hemos visto anteriormente, pero acompañado de datos de desempleo, desigualdad y de fragmentación del sistema de partidos para esos mismos años (todos ellos estandarizados en escalas comparables para permitir su comparación visual).

Como puede apreciarse, la evolución de la polarización y su tendencia general al crecimiento coincide con un ligero aumento de la desigualdad (medido aquí con el Gini de mercado proporcionado por la SWIID) y un aumento considerable de la fragmentación del sistema de partidos. Estos son, junto al desempleo, las tres variables que explican las diferencias en la polarización afectiva entre países según Gidron y otros que consideran una veintena de países.

En España, además, han aumentado en la última década la polarización ideológica y territorial, así como la existente en torno a políticas concretas como la fiscal y migratoria.



Gráfico 2: Polarización total, desempleo, desigualdad y fragmentación del sistema de partidos en España 1993-2019.
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El creciente interés por la polarización afectiva ha hecho que nos preguntemos si el momento actual sería un momento especialmente destacable o si, por el contrario, ha habido otros momentos históricos comparables.

Por ahora, los únicos datos que tenemos para responder a esa pregunta son los que mostramos en este trabajo. Aun así, con estos podemos decir que España ha llegado a este difícil momento de 2020 con una polarización alta, aunque con tendencia a la baja, y basada en altos sentimientos positivos hacia el propio líder y no tanto en la hostilidad hacia el resto.

También hemos podido ver, como mostraba Torcal, que la polarización afectiva ya estaba instalada en la sociedad española antes de la llegada de Vox a la arena electoral. Los partidos más extremistas solo crecen al calor de la polarización propiciada por los actores políticos al albur de la presencia de ciertas circunstancias extremas que así lo propicien.

La llegada de Vox ha cristalizado y es, al mismo tiempo, un síntoma de la presencia de dicha polarización. Desafortunadamente, carecemos de datos al respecto para conocer su evolución durante 2020 y de cómo ha evolucionado como consecuencia de la pandemia. Lo que nos lleva a resaltar, de nuevo, que apenas tenemos datos de polarización afectiva en España.

Sería importante que alguna institución, como el Centro de Investigaciones Sociológicas, incorporara estos indicadores de forma regular para que tengamos evidencia científica de algo que cada vez importa más a la ciudadanía pero que, sobre todo, parece tener consecuencias muy importantes en el comportamiento político de los ciudadanos y en los cálculos estratégicos de las élites políticas. Estas, pese a lo que afirman en sus discursos, pueden estar interesadas en fomentar dicha polarización y sacar partido electoral de la misma.

Nota: Quisiéramos agradecer la ayuda del investigador de RECSM, Josep Comellas, por su ayuda para la elaboración de estos datos.The Conversation

Luis Miller, Científico Titular, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC) y Mariano Torcal, Catedrático de Universidad. Ciencia Política, Universitat Pompeu Fabra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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