Fatiga Zoom, el estrés de las videollamadas
¿Cómo nos está afectando haber cambiado las reuniones presenciales por las virtuales? Desde que empezó la pandemia el uso de servicios de videollamadas se ha disparado. Sobre sus efectos han publicado un estudio en la Universidad de Stanford que apunta a la ‘fatiga zoom’, el cansancio provocado por las videollamadas, y recuerda que durante décadas los académicos han predicho que las videoconferencias afectarían a nuestra forma de relacionarnos.
El estudio se centra en conocer las consecuencias psicológicas que el uso continuo del servicio de videollamadas Zoom puede tener en sus usuarios. Advierte de que la interfaz de caras con las que interactuamos de cerca provoca dificultades para captar el lenguaje no verbal y nos hace estar continuamente expuestos al resto y a nosotros mismos en pantalla, lo que puede provocar un estrés adicional.
La falta de intimidad la compara a la de un ascensor, donde la gente se siente incómoda al estar en un espacio reducido con desconocidos. Recuerda que las personas en un ascensor tienden a apartar la mirada de las caras de los demás mirando hacia abajo o desviando la mirada para minimizar el contacto visual. Y, en las videollamadas, pensadas para relaciones cercanas, con los largos períodos de mirada directa, de repente se han convertido en el canal en que interactuamos con conocidos, compañeros de trabajo e incluso extraños.
El autor del estudio recuerda que el efecto de verse en un espejo, como en el caso de las videollamadas, se ha estudiado durante décadas, y demuestra que las personas tienen más probabilidades de evaluarse a sí mismas cuando ven una imagen en el espejo. Una autoevaluación que puede ser estresante.
The Conversation, señala que esta nueva forma de cansancio que ha traído el confinamiento es paradójica, porque, a pesar de que ahora los cuerpos no se desplazan por pasillos de metro, calles abarrotadas o atascos interminables, terminan el día, sin embargo, más agotados que antes. Y apuntan a que la crisis actual «no debería hacernos olvidar que lo virtual puede complementar, pero no sustituir, el encuentro presencial».
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