La culpa, del gobierno
Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «El paro sigue creciendo; y si no hay milagros, el último trimestre va a ser tremendo. Es evidente que el Gobierno no encuentra antídotos para esta gravísima enfermedad. Todo su esfuerzo consiste en atender lo mejor posible a los damnificados para que puedan sobrellevarla. Zapatero está superado por los acontecimientos y dá bandazos. Eso es inocultable. ¿Quiere esto decir que Rajoy sí tendría soluciones? Nos permitimos dudarlo. Nuestro problema de fondo es que no somos la potencia económica que creíamos, que creyó Aznar, que creía Zapatero y que creíamos todos. Y que estamos, sencillamente, descendiendo de forma vertiginosa a nuestro verdadero nivel. Abrupto despertar. Con un paro descomunal. Y nuestros jóvenes padeciéndolo de forma agudísima. Nuestros cimientos eran de arena. Somos una potencia de tercer nivel. La carroza de cristal vuelve a ser una calabaza y no lo queremos aceptar. Y proyectamos nuestra frustración en un único responsable: el Gobierno central. Cualquiera diría que vivimos en una dictadura soviética y dependemos de un plan quinquenal, diseñado a puerta cerrada por el politburó y sus mandarines. Es paradójico. Cuando menos poder tienen los gobiernos centrales, que lo han cedido hacia abajo, a las Comunidades Autónomas, y hacia arriba, a Europa, más se pide todo y sólo a los gobiernos centrales. Como si el resto, en España, fuera un cuerpo muerto. No se nos ocurre que la mejora de nuestra productividad pueda depender también de que haya o no haya empresarios que decidan invertir sus beneficios en tecnología de vanguardia. O que la salud de las cuentas públicas puedan depender también de que las Comunidades Autónomas recorten o no recorten sus burocracias, a veces elefantiásicas. O de cómo actúen los bancos, o cómo se modernicen nuestros hoteles, o con qué decencia trabajen notarios, abogados o registradores de la propiedad. No, nada influye. Todo, de lo grande a lo chico, lo determina La Moncloa. Y sólo miramos a La Moncloa, como años atrás mirábamos a la lucecita del Pardo, o al laúd menorquín en el que Aznar, a solas, decidía sucesores y guerras. El Gobierno está k.o. Pero ojalá fuera nuestro único problema. Buenas noches.»