
Estatua de bronce del emperador Augusto en Roma.
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Oskar Aguado-Cantabrana, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Mundus sine Caesaribus. Es decir, “un mundo sin césares”. Esa es la frase que Jay Graber, CEO de Bluesky, llevó impresa en su camiseta a una conferencia reciente.
Según parece, no era inocente, sino un dardo envenenado dirigido a Mark Zuckerberg, quien en el Meta Connect de 2024 lució una sudadera con el mismo diseño en la que se podía leer, también en latín, aut Zuck aut nihil (“o Zuck o nada”).
Aunque Zuckerberg, reconocido admirador del emperador Augusto, parece el principal candidato de la crítica que planteaba el mensaje de Graber, no es descabellado pensar también en Elon Musk, como dueño de X, o incluso en Donald Trump, cuyas políticas autoritarias se comparan habitualmente con el cesarismo –ahora “tecnocesarismo”– o incluso con las de emperadores como Calígula o Nerón.
El recurso de la antigüedad romana para reflexionar sobre la política, la sociedad o la comunicación del presente es una práctica comparativa recurrente, con una dilatada tradición histórica, y que sigue muy presente en la cultura de masas contemporánea.
En particular, la extrema derecha –desde la propia etimología de la palabra fascismo y los mitos imperiales mussolinianos, pasando por el nazismo y el franquismo, hasta el presente– se ha servido de una determinada imagen de la antigua Roma como referente. Por supuesto, una imagen sesgada y ahistórica, pero potente en términos políticos.
Me interesa resaltar aquí algunos ejemplos relativamente recientes en los que la denominada extrema derecha 2.0 ha hecho lo propio, particularmente en la esfera digital y en el ámbito de las redes sociales. El análisis de este fenómeno ha cobrado interés académico, siendo una de las primeras en señalar la importancia del tema la clasicista Donna Zuckerberg, hermana del dueño de Meta.
La Antigüedad toma Internet
En 2018 Zuckerberg publicó un influyente libro en el que advertía sobre la fijación que ciertas comunidades online de extrema derecha mostraban hacia algunos autores grecolatinos. La historia y la literatura clásica volvían a estar al servicio de los ideales patriarcales y supremacistas blancos, advertía la autora. La novedad era el formato digital, aunque a mediados de la década pasada esas comunidades todavía fuese una minoría.
La primera victoria de Trump en 2016 estuvo precedida por una activa campaña en redes sociales. Entre otros muchos ejemplos pudimos ver memes de un Trump/Perseo sosteniendo la cabeza de una Hillary Clinton/Medusa. Esa misógina reinterpretación del mito griego llegó incluso a comercializarse en diversos formatos de merchandising.
Volviendo a Roma, la figura de Trump como un “gladiador americano” también fue recurrente. El estratega político Steve Bannon, otro hombre obsesionado con las “raíces grecorromanas”, jugó un papel relevante en aquella campaña digital. Recientemente ha tenido a bien honrarnos con un supuesto “saludo romano” –es decir, nazi-fascista–, siguiendo a Musk y al actor Eduardo Verástegui.
Relectura del pasado para el presente
En los últimos años, la recepción ultraderechista del pasado romano en redes sociales se ha disparado. En particular, Twitter/X se ha convertido en una autopista hacia esa corriente ideológica para muchos usuarios interesados en la Antigüedad. No exagero: hay una investigación que lo demuestra.
Aunque el saludo poco tenga que ver con Roma, sí que encontramos numerosos ejemplos compartidos por el propio Musk en su red social. Además de sus ínfulas de mecenas multimillonario –tampoco inocentes–, asiduamente postea citas en latín, algunas erróneamente atribuidas, o reivindica la necesidad de un nuevo Sila, general y político romano del siglo I a. e. c. que durante la primera guerra civil republicana controló Roma con puño de hierro liderando sangrientas proscripciones contra sus opositores políticos.
Especialmente recurrentes han sido las alusiones a la decadencia y caída de Roma para establecer un paralelismo con una supuesta decadencia actual de EE. UU. Esta narrativa, vinculada a diversos movimientos antidemocráticos, ha sido particularmente útil durante la administración Biden y la campaña electoral. Desde que Trump ganó las elecciones el enfoque, por supuesto, ha cambiado.
A partir de septiembre de 2023, aprovechando la tendencia viral sobre los hombres pensando en el Imperio romano, ha compartido al menos en cuatro ocasiones posts con memes o fotos que aluden a la cuestión de la decadencia.

Ejemplos de memes compartidos por Elon Musk en Twitter/X.
X
No son ejemplos banales, ya que el impacto que memes, imágenes y vídeos creados mediante IA tienen en la percepción popular sobre el pasado es un tema de estudio que preocupa a los historiadores.
Concretamente, uno de los ejemplos citados cosechó más de 137 millones de visualizaciones. En él se indica que “Los malos tiempos crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean buenos tiempos, los buenos tiempos crean hombres débiles y los hombres débiles traen los malos tiempos”. Ese meme, símbolo de la masculinidad tóxica, se ha extendido por internet desde al menos 2016, predominantemente dentro de comunidades online de extrema derecha.
Sus diversas variantes constituyen versiones muy simplificadas de las narrativas sobre la decadencia con larga tradición histórica que pueden rastrearse hasta la propia República romana. Dicho brevemente, Catón el Viejo ya hablaba de una supuesta decadencia de Roma para imponer su visión política conservadora.
España a la romana
El “Make Rome/America Great Again” tuvo versión española. Durante la campaña para las elecciones generales de 2016, Vox publicó un spot titulado “Un nuevo comienzo”.
En ese caso, la conexión con Roma se encontraba en las alusiones visuales y narrativas que remitían a la influyente película Gladiator (2000). Santiago Abascal caminaba entre campos de trigo como si fuera un nuevo Máximo, mientras entonaba un discurso supuestamente épico que aludía a “no dar una batalla por perdida”, al “honor”, los “viejos orígenes” o la “pelea perpetua por la libertad”.
Para su relato de una España en supuesta lucha atemporal contra el islam o de dimensiones imperiales, el pasado medieval y moderno es más atractivo para Vox. Pero raro es el grupo de extrema derecha que escapa al mito espartano. Junto a ellos, otros seguidores de esas corrientes, como Desokupa o Alvise Pérez, han recurrido a tópicos similares para ganar visibilidad.
El mundo actual mira al pasado
Ciertamente, es un fenómeno global. Encontramos referencias a Roma en la propaganda de Milei en Argentina, de Meloni en Italia e incluso recientemente en un post de André Ventura, presidente del partido ultraderechista portugués Chega!.
A principios de marzo, Ventura publicaba una imagen creada con IA en la que se ve su rostro con un irreal atuendo de “militar romano”, con un difuminado anfiteatro y una bandera portuguesa de fondo. La frase que acompaña a la imagen deja pocas dudas sobre sus políticas de odio: “¡Ha llegado el momento de luchar por Portugal y por la limpieza que necesita este país!”.
Podemos aprender mucho estudiando el pasado romano si aplicamos una mirada crítica y no complaciente, lo que implica el filtro de las y los profesionales en la materia. Pero también podemos aprender mucho del estudio de los modos en que ese pasado se reinventa constantemente para explicar nuestro presente y tratar de influir en él. A ello se están dedicando proyectos como Pharos, Marginalia Classica, ANTIMO o ANIHO, al que yo pertenezco.
Roma era más diversa y compleja que la imagen hipermilitarizada e hipermasculinizada que tanto impacto tiene en el imaginario colectivo contemporáneo. Aún con todo, nadie que actualmente tenga sus necesidades básicas satisfechas querría realmente vivir en la antigua Roma.
Pero invocar ese pasado para defender una determinada cosmovisión en el presente suele ser un ejercicio rentable en términos políticos. En cualquier caso, esa evocación del pasado suele ser casi siempre, y según para quién, un jugoso espejismo. Pero no es una lección de Historia.
Oskar Aguado-Cantabrana, Investigador posdoctoral del Departamento de Estudios Clásicos, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.