LA PAZ Y EL POLO NORTE
«La esfinge invisible del Norte supremo todavía protege con celosa vigilancia los arcanos de su misterio bloqueado por el hielo. Sus dedos todavía sujetan con tenaz agarre la pista que conduce a su codiciado secreto; los siglos han llegado y se han ido; generaciones de almas heroicas se han esforzado y fracasado, luchando con la Esperanza por un lado y la Muerte por el otro… todavía aprieta, en solemne silencio, el acertijo en su gélida palma… y continúa siendo una fascinación y una esperanza, al tiempo que persistentemente desconcierta a la razón, a la habilidad y al coraje del hombre.»
Son palabras del director del diario de Tyson, el 1 de enero de 1874, a propósito de la incapacidad del hombre para alcanzar el Polo Norte, que no sería pisado hasta 1909. Pero igual podrían valer para referirnos a la impotencia con la que hoy contemplamos la llegada de la paz en España.
Afrontamos con idéntica desesperación un fin que parece no llegar nunca, peleamos contra la misma incomprensión, la misma soledad y la misma falta de determinación de algunos. Pero no es cosa de rendirse. El fin que perseguimos bien merece nuestro sufrimiento.
La vida no es un juego, y la política tampoco. Los que así se la plantean, yerran. Allá ellos, con sus juegos malabares para lograr un poco más de apoyo electoral, allá ellos con sus filigranas para desgastar un gobierno que actúa de buena fe, allá ellos con su hipocresía, su poca memoria y su desfachatez.
Decía Ortega y Gasset que «todo es resultado de un esfuerzo. Sólo se aguanta una civilización si muchos aportan su colaboración al esfuerzo. Si todos prefieren gozar el fruto, la civilización se hunde». Sigamos reuniendo esfuerzos para que la paz sea una realidad inminente. Los que sólo quieran gozar, pronto quedarán desenmascarados.