Las heridas del pasado
En Latinoamérica, contaba anoche Martín Pallín en Hora25, se preguntan cómo es posible que España ande persiguiendo criminales por el mundo, cuando ni siquiera ha sido capaz de cerrar su pasado correctamente. Así que la decisión de Garzón de buscar los nombres de los asesinados por el franquismo tiene muchísima importancia para nuestra identidad global, mucho más de la que somos capaces de ver.
Mariano Rajoy dijo ayer: «Soy partidario de no reabrir las heridas del pasado». Lo de no reabrir las heridas tiene su gracia habida cuenta de que durante 40 años los seguidores del franquismo pudieron cicatrizarlas mientras que los republicanos tuvieron que esconder su dolor, ignorar a sus hermanos y maridos y abandonarles en las cunetas.
En España se vivió un auténtico genocio cuyas proporciones aún no han sido detalladas oficialmente. Ese es un asunto sobre el que hay consenso histórico, especialmente en el extranjero. Es sabido, por ejemplo, que Franco experimentó en España bombardeos contra la población que después Hitler popularizó durante la segunda guerra mundial. E incluso Amnistía Internacional ha alertado de la política del silencio de crímenes tan horrendos como los que se cometieron aquí durante la dictadura.
Porque el problema aquí no es el asunto de la revancha al que tanto recurren desde el PP, sino el concepto de justicia y los crímenes de lesa humanidad que se cometieron, incluso muchos años después de la guerra civil. Se trata de aceptar nuestro pasado sí, con sus claroscuros, pero se trata, sobre todo, de entender qué significa la palabra justicia, la palabra ley, y de aceptar que nuestros actos tienen consecuencias.