Libre entre cuatro muros
Los negociadores de Copenhague están en la calle mientras Juantxo López de Uralde sigue en la cárcel. Alguien lo ve y se dice a sí mismo… ¡Por fin han encerrado a todos estos a campo abierto!
Sucedió cerca del solsticio. En un pacto secreto formulado por los que manejan los hilos y ejecutado por las marionetas del poder se selló el siguiente compromiso: en un tiempo razonable, no más de lo necesariamente admisible, lo suficiente para identificar y poner a salvo a los usurpadores, a los que abusan, a los que lavan conciencias, -las suyas y los de otros-, a los que roban, destruyen y matan, a los que inventan, -especialmente sinónimos-… En un tiempo no breve pero incesante, los otros, los hombres buenos deben ser recluidos entre muros de barrotes.
Entenderemos por tanto como hombres buenos a aquellos que agitan las conciencias, a los valientes, a los que defienden las injusticias, a los que miran al futuro protegiendo a los que no lo tienen, a los que creen en las libertades, a los que protegen a los demás.
El objeto de la acción no es sino la salvaguarda del poder establecido, concentrado y protegido. Pero ojo. Hay alguien que advierte con buen criterio: Cuidado, quizá estemos poniendo a salvo a todos entre rejas, ¿a salvo de qué? -contestan- A salvo de nosotros mismos.