Llegan los tecnócratas
Vemos a políticos que son sustituidos por financieros tecnócratas, y sin siquiera enfrentarse al pudor de las urnas. Íbamos a refundar el capitalismo, pero en el camino el capitalismo nos ha refundado a todos.
Sin embargo, lo más aterrador no es la tecnocracia plutocrática, sino la soberbia con la que ésta dirige los pueblos. Y ellos asustan, pero dan mucho más miedo quienes les justifican. No saben que desde las alturas se burlan; que sonríen pensando: «pobres palurdos los que necesitan ser dirigidos, que sueñan con ser como nosotros».
Hoy es muy recomendable leer el texto de Jesús Ceberio en El País: «Gobiernos tecnócratas»:
Hace unas semanas Lula proclamaba en Madrid que las grandes crisis exigen líderes políticos, no tecnócratas. En otro caso bastaría con buscar en las universidades o encargar la tarea a un head hunter. Para sostener este mensaje nadie más cualificado que un sindicalista y trabajador manual que en sus ocho años como presidente ha puesto a Brasil en la órbita de las naciones con peso global. El mensaje que estos días nos llega desde Italia y Grecia es justamente el contrario. (…)
Esta fiebre de apelar a los técnicos para resolver situaciones excepcionales de crisis tuvo un primer episodio agudo en Estados Unidos, en los años siguientes a 1929, hasta que Franklin D. Roosevelt restableció la primacía de la política con su arrolladora victoria de 1932. Keynes marcaría después de la II Guerra Mundial el punto más alto del prestigio social de los economistas cuando diseñó en Bretton Woods un nuevo sistema monetario y económico mundial.En su libro ‘El Bundesbank, el banco que gobierna Europa’ el periodista británico David Marsh relata cómo tres cancilleres de la República Federal de Alemania (Erhard en 1966, Kiesinger en 1969 y Schmidt en 1982) fueron desplazados del poder no por derrotas electorales, sino por rupturas internas de las coaliciones gobernantes a raíz de sucesivos repuntes de los tipos de interés decididos por el Bundesbank. En todo caso el resultado fueron cambios de alianzas parlamentarias que se gestionaron desde la normalidad política.
Los nuevos Gobiernos que asuman el poder en Atenas y Roma contarán también, faltaría más, con el voto de los respectivos Parlamentos, otra cosa sería un golpe, pero tienen un rasgo de excepcionalidad que no se puede disociar del descrédito que acumula la clase política incluso en países de inequívoca trayectoria democrática.