Homofobia, mentiras y Mala… saña: La denuncia no era real, luchemos ahora para que nunca lo sea
Tras un giro de 180 en la investigación de la supuesta agresión en Malasaña (Madrid), en la que un joven dijo haber sido asaltado por encapuchados, supimos ayer que no se produjo tal ataque, sino un acto consentido por el protagonista en algún tipo de juego sexual.
El giro deja tras de sí una enorme desorientación: Los colectivos LGTBI insisten en que cada día se producen agresiones reales, muchas de ellas ni siquiera denunciadas y que el clima de odio no hace más que ampararlas.
Pero el giro ha hecho también que la extrema derecha señale en las redes y ponga el foco en las denuncias falsas. Pero lo cierto es que, tal y como hemos repasado en La Cafetera, todo el mundo trataba de arrimar el ascua a su sardina: la extrema derecha había señalado a la inmigración como responsable de la inseguridad y hasta el periódico La Razón publicó ayer en su portada una información que apuntaba esa misma información.
En la red , mientras unos se regodean señalando a la izquierda, otros resucitan viejos casos de grandes mentirosos sobre los que nunca se puso el foco de esta forma.
El periodista de el diario Vasco Alberto Moyano recordaba aquel caso en noviembre de 2009, de un guardia civil de Leitza que simuló haber sufrido un atentado, mediante el expeditivo método de pegarse un tiro en el brazo. Recordaba que le pilló en una tertulia de radio. Y que, se lió un poco todo, pero en tiempo real, como para cuestionar lo que decía el agente herido.
Otros hablaban del caso de Bartolín un joven militante del PP que fingió ser secuestrado por ETA. Y todos coinciden en que aquellas mentiras no se utilizaron para poner en cuestion a otras víctimas del terrorismo.Como decía alberto Moyano Ni Alicia Esteve, ni Tania Head estaban el 11-S en las Torres Gemelas; ni Enric Marco pasó por Flossenbürg; ni a ‘Bartolín’ lo secuestró un comando de ETA. Pero La devoción religiosa hacia la figura de la víctima y el narcisismo rampante han hecho síntesis y alumbran monstruitos.
Pero todo caso hay un hecho que ni la desmemoria , ni la intencionalidad desmienten: Las agresiones y su aumento siguen ahí. Solo en las últimas horas en Melilla, Toledo, Valencia y Vitoria.
Así que dejemos por conclusión que a ninguno nos interesan ni las mentiras, ni los abusos, ni el racismo , ni la inseguridad, ni los discursos de odio. Así que invitamos desde aquí a la gente sensata a que aparque las revanchas y se suba al tren de la civilización.
En lo que a nosotros se refiere: nos alegramos de que esta historia no haya sido verdad. Y ahora sigamos luchando para que nunca lo sea.
El programa conversó también con Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), sobre los escudos franquistas de la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Unos escudos que en 2020 la asociación denunció que «todavía lucen desde la dictadura sin que nadie los haya tocado». Según explicó Silva, hicieron la denuncia en noviembre de 2020 y, los escudos, en lugar de ser retirados han sido tapados con una lona blanca». Lo que «parece una metáfora perfecta, dijo.
En respuesta, la ARMH emitió una nota de prensa y, según contó Emilio Silva, el ministerio «dijo que va a pedir permiso al ayuntamiento para retirarlos porque es una actuación en una fachada». Sin embargo, añadió Silva: «Para poner esa lona hay que hacer una serie de trámites con los que si hubieran podido quitarlos».
En la página internacional, el programa puso el foco en Brasil, donde el presidente Jair Bolsonaro se dio un baño de masas el pasado 7 de septiembre en una manifestación en la que aseguró: «Quiero decirles a aquellos que quieren hacerme inelegible en Brasilia: ‘solo Dios puede sacarme de allí’. «Advertencia a los sinvergüenzas: no me arrestarán». Además, en Europa, el político español Esteban González Pons aspira a presidir el Europarlamento.
En la agenda cafetera, la que configura la audiencia, se destacó la situación en Lesbos, Grecia, un año después de los incendios en el campo de refugiados de Moria. «No hay diferencia entre el antiguo campamento de Moria y el de Kara Tepe»; «nuestra salud mental no es buena», son algunos de los testimonios recogidos por Médicos Sin Fronteras.
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