M?XICO (2)
CUENTO PARA DOS MUERTES
Cuentan las crónicas que en una lluviosa noche de noviembre allá en México, camino del trabajo se encontraron frente a frente las dos muertes Bernarda y Pelona.
Sorprendida y escandalizada la primera por el rictus sonriente, y los colores brillantes del vestido de La Pelona, la increpó duramente -¿No le parece irreverente y necia esa actitud tan frívola en quien representa, mas que nadie, el dolor y la tristeza… ?
-¡Vamos comadre, le respondió la aludida moviendo graciosamente las alas arco iris de su capa multicolor, no me sea usted bronca ni se me pase de lanza. Entremos en esta cantina, que le invito a unos tequilotas mientras hablamos de nuestras cosas!
Dudó la huesuda española porque no estaba acostumbrada a andar de jolgorio y menos en momentos de labor. Pero en el duelo, como en la risa, solo es cuestión de rascar, y en el trasfondo de ambos siempre duerme latente la posibilidad de cambiar en un suspiro. Por eso aceptó La Bernarda, no sin antes cubrirse la cara para no ser reconocida. ¿Que pensaría su gente si la descubrieran parrandeando…?
Entraron las dos en la taberna, al tiempo que se escuchaban silbidos de admiración de los parroquianos ante el donaire de los andares de la mexicana. Alguno de los presentes ¡ ah, insensato…!, hasta se atrevió a piropear: ?? Quién fuera rebozo, pa rebozarme contigo!? Pero las dos….. se acodaron altaneras en la barra, mientras Pelona le pedía al camarero unos vasos de tequila.
La malinchota comenzó su relato sin dejar de mirar de reojo a la clientela ¡ ya sabemos que la calaca nunca deja de trabajar aunque ande bebiendo!
-No sabe mal esta tequila, murmuró entre huesos Catrina ( llamada también así cuando luce pamela) y póngase changa, señora, porque no voy a repetir nada de lo que aquí se diga, que a pesar de los colores siempre ando muy ocupada.
Asintió con un gesto la española, reconociendo en su interior que aquella bebida empezaba a hacerle cosquillas entre costilla y costilla, a la vez que echaba una mirada golosona a una oronda tortilla de patatas que dormitaba esquilmada en el mostrador.
- El ??momento supremo? no tiene gracia alguna para ningún humano, murmuró Pelona entre dientes. Eso no es una novedad, y en México como en España todos sueñan con que les pillemos ??confesaos?, y cuanto más tarde, y si es posible sin enterarse, mejor. Pero sí existen algunas diferencias en la forma de tomarse el asunto a ambos lados del océano, y solo basta con mirarnos a nosotras. Veamos, doñita: su calavera y la mía son iguales, pero la realidad es que yo soy bastante mas mona, dado que la sonrisa interna actúa como una crema nutritiva, y embellece ¡No es que quiera recortarla, pero no hay nada más que vernos, querida!.
Los deudos de su changarro se derraman eternamente en llanto y crujir de dientes lamentándose, no por el muertito (que bien tranquilo se queda, cuando ??pasa a mejor vida? como indica el dicho) sino por las pérdidas que acarrea: ??tendré que dejar de hacer esto…, dejaré de hacer aquello… Ya no podré abrazarte, ni suspirar contigo. Mi vida ya no tiene sentido; nunca podré recuperarme..?.O sea, yo, yo…, mí…
Nosotros, no es que no sintamos la pena, no, simplemente saboreamos pedazos de esa vida que nos ha abandonado y la recordamos para siempre con enorme ternura. Ya que no podemos evitar la ausencia, nos ponemos de su parte como aconsejara en su día el sabio, a lo que yo añado, que no se le va a devolver la vida al petate por el hecho de llorar mas negro y más largo.
Bernarda interrumpió a su colega a la que, muy atentamente, escuchaba intrigada:
-Dígame entonces… ¿ por qué estas diferencias, a ambos lados el charco, cuando usted y yo sabemos que la raíz de los humanos es la misma…, y sus corazones también.. ?
-Pues fíjese, eso me lo he preguntado yo muchas veces. Lo más curioso de todo es que, desde tiempos inmemoriales, han existido en su zona sujetos que han tenido muy claro eso de la igualdad de la raza. Recuerde si no a aquel elemento español, al que la costumbre europea de diferenciar a unos y otros, basándose en lisonjas y etiquetas, encumbrara con los títulos de ??Señor de Belmontejo, Comendador de Montizón, Trece de Santiago y Capitán de hombres de armas de Castilla ? ¡ Sí, mujer, un tal… uuhhmmm que recuerde… Manrique, sí, Jorge Manrique! el que, a la muerte de su padre, escribió unas coplas, en las que en algún momento decía: ?? Nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar, qu??es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos, allegados, son iguales los que viven de sus manos e los ricos…? Por eso pienso que la diferencia de actitud ante la muerte, se debe a un problema de falta de memoria y… ¿ por qué no decirlo…? de sabiduría. Ustedes olvidan las lecciones del pasado, y aquí, se tienen muy presentes las experiencias de antiguo. De todas formas, no descarto que ??el puntito caribeño? tenga algo que ver…, porque el Mediterráneo yo no niego que sea alegre, pero donde esté el Caribe. ¡achachayyyy! ¡Y mire usted, Doña: Como la palabrería se va alargando, cuélguese de mi húmero y véngase conmigo que voy a mostrarle in situ! Vamos a darnos un paseíto por Pátzcuaro, el Festival de Xantolo, Oaxaca, Mixquic y Janitzio ( a ver si llegamos a tiempo de asistir al baile de los viejitos…)
Verá en las casas, y en torno a las tumbas en los cementerios, los altarcitos de colores con pan de los muertos, flores, frutas, velas, tamales , tequila, fotografías… En fin, todos los objetos favoritos del muertito de cada uno, para que en esa visita puntual que, según la tradición, hacen en esa noche a los supervivientes suyos que aún andan de bronca por aquí, encuentren que su memoria se mantiene tal y como la dejaron, viva. Y para ir abriendo boca, tome una calaverita de azúcar que llevo en la faldriquera de la capa, que si apresuramos el paso llegaremos a ver preciosos fuegos artificiales, y mariachis en los cementerios.
Y dicen que en lo alto de la noche de difuntos se vio a las dos damas de la muerte, amarraditas, perdiéndose en la lejanía. Las malas lenguas aseguran que la española iba canturreando la canción que en su tierra se entonaba cuando el alcohol hacía efecto, con el ánimo de enseñársela y entonarla a dúo junto a aquella colega de airosa pamela, con la que, en tan solo un rato, había aprendido tanto…