Morir de forma libre y digna. La buena política no solo se hace desde los presupuestos
Después de que Esperanza Aguirre iniciara el acoso político-judicial contra el Doctor Montes, con la complicidad de los medios y los periodistas mas reaccionarios, en Madrid la medicina humanitaria entró en coma.
Montes fue destituido tras una denuncia hipócrita y anónima por las supuestas sedaciones que practicó a enfermos terminales. El caso se prolongó durante 28 meses de acusaciones atroces lanzadas desde ámbitos políticos y periodísticos. La infamia fue absoluta porque más allá del daño personal al médico, en la ciudad un buen número de doctores, a raíz de aquello, se negó a mitigar el sufrimiento de decenas de pacientes al borde de la muerte, ante la mirada atónita de sus familiares. Los médicos tenían miedo de ser denunciados, como lo había sido el doctor Montes. Hubo familias que tuvieron que asistir sin poder hacer nada a la muerte lenta y dolorosa de las personas a las que más querían.
Es una de las consecuencias que tuvo aquella campaña de Aguirre y Lamela, sí, y de todos esos otros que contribuyeron a la cacería. La combinación de la política más reaccionaria, con la Cope y Telemadrid fue explosiva. En efecto, todos compartían ese lugar común que dice que la muerte debe ser patrimonio de la religión, espacio de dolor y sacrificio, es decir de la religión pre anestesia, no de los sentimientos ni de la humanidad. Un concepto nacido, como digo, en un tiempo en el que no existía la anestesia y donde la paz espiritual era el único asidero para familiares y pacientes en sus últimos momentos.
Hoy podemos celebrar, por fortuna, que un gobierno haya tenido el coraje de legislar el dolor de este delicado pero fundamental aspecto de la vida: su final. Se podía haber ido más lejos legalizando la eutanasia, como tendrá que hacerse algún día, pero hay que evitar que la meta impida celebrar el avance. Porque gracias a esta norma, médicos y pacientes tendrán ahora protección jurídica.
Ya en clave política, la ley de Muerte Digna nos devuelve al mejor gobierno de la primera legislatura y nos recuerda la ruta social y ética emprendida por Zapatero. Y no solo eso. Con esa ley, Leire Pajín da su bienvenida al Ministerio de Sanidad y pone sobre la mesa toda una agenda política de intenciones. Es una agenda que debe ser aplaudida por todos aquellos que miran hacia delante y que demuestra que la buena política no solo se hace desde los presupuestos.