Mujeres migrantes, nuestras vecinas invisibles
En los asentamientos de chabolas que han proliferado en Almería o Huelva para alojar a los migrantes que trabajan en las explotaciones agrícola que han proliferado en estas zonas, cada vez hay más mujeres. Y muchas han sido víctimas de su propio proceso migratorio, del incumplimiento de las condiciones pactadas o, incluso, de situaciones de abuso sexual. En The Conversation ponen el foco en las condiciones en las que viven estas mujeres en los asentamientos con estudios y un documental que muestran las dificultades que afrontan.
María Dosil-Santamaría, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Amaia Eiguren Munitis, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Anaitze Aguirre Larreta, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Fernando Jesús Plaza del Pino, Universidad de Almería; Itxaso Fernandez-Astobiza, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Joana Miguelena Torrado; Maitane Picaza Gorrotxategi, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Naiara Ozamiz Etxebarria, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
El sur de España se ha convertido en un gran productor hortofrutícola internacional con el modelo de agricultura intensiva producida en invernaderos. Almería (32 000 hectáreas) y Huelva (11 000 hectáreas) son las provincias de mayor producción.
Es un trabajo realizado por migrantes, precario y mal pagado, en el que conviven trabajadores con contrato y otros “sin papeles”. Esta situación, junto con la falta de alojamientos para temporeros, ha hecho que aparezcan numerosos asentamientos chabolistas tanto en Almería como en Huelva.
Las chabolas están construidas con palets, cartón y plástico; se levantan entre desechos, sin electricidad, ni agua corriente. Sin datos oficiales, se estima que unas 7 000 personas viven en los asentamientos de Almería y 5 000 en Huelva.
La situación de las mujeres
Cada vez más mujeres viven en chabolas. La mayoría llegaron a Huelva con contratos en origen desde Marruecos para trabajar la campaña agrícola y volver a su país. Pero su propio proceso migratorio, el incumplimiento de las condiciones pactadas o, incluso, situaciones de abuso sexual, han provocado que salieran de estas explotaciones y hayan acabado en asentamientos.
La Organización Alianza por la Solidaridad–ActionAid se ha acercado a la realidad de estas mujeres en Níjar (Almería) y Palos de la Frontera (Huelva); a través de sus historias hemos podido conocer la vida en los asentamientos y sus sueños de futuro.
Sus testimonios (utilizamos nombres ficticios) hablan de sueños incumplidos y el contraste con la realidad que ahora sufren.
“Siempre pensé que en España estaba todo. He sufrido mucho; para buscar trabajo, papeles, para todo. Nunca me imaginé viviendo en una chabola”, dice Rachida.
“Vivir en un asentamiento chabolista es muy duro. Llevo cuatro días sin luz, y aunque compras comida se te pone mala, tenemos que traer agua de muy lejos y no se puede beber”, explica Fátima.
Son mujeres fuertes y luchadoras, cuyas dificultades se ven agravadas por ser mujeres: a las madres con hijos se les limita la movilidad, para las irregulares el trabajo más accesible son los invernaderos, pero los agricultores las perciben como menos capaces que los hombres. En algunos casos, nos han contado que les ofrecen trabajo por sexo.
La falta de recursos y la extrema necesidad ha obligado a algunas mujeres a prostituirse, como nos revelaba Nayat:
“Te prostituyes porque no te queda otra. Yo me he encontrado sin poder comer; yo misma vendo mi respiración, es duro.”
Los papeles
Los materiales de las chabolas, los enganches eléctricos y los métodos para calentarse hacen que los incendios sean frecuentes. En los incendios pierden sus pocas pertenencias, aunque el principal temor es que se les queme la documentación o “las pruebas” que van acumulando para conseguir la regularización.
Anisah nos narra su experiencia:
“Salimos del incendio con lo puesto. Cogí a mis hijos y salí corriendo, con sólo la mochila con los papeles. Los papeles son lo importante: se puede quemar la chabola, pero no los papeles”.
El objetivo de todas es tener “papeles”, tener un permiso de residencia legal en España para poder mejorar sus vidas; “el trabajo sin contrato es muy duro y lo tienes que hacer, cuando tenga papeles todo irá mejor”, afirma Amina.
La opción más utilizada para conseguir los papeles es el “arraigo social”, para lo que necesitan demostrar tres años viviendo en España. Pueden demostrarlo con el padrón, una oferta de trabajo, un certificado de integración social o algún tipo de vínculo familiar en el país. Pero ayuntamientos como Níjar o Palos de la Fronteras incumplen la Ley negándoles el derecho a ser vecinas por vivir en una chabola.
Estudio y documental
Vecinas, vivas donde vivas es el título del estudio recientemente publicado en se presenta un diagnóstico de las condiciones en las que viven estas mujeres en los asentamientos.
Y un documental, con el mismo título, en el que se muestran las dificultades para su regularización, que las condenan a vivir en los asentamientos y, además, limitan su desarrollo personal.
Por ello, es urgente que se cumpla con la legislación vigente y se las empadrone en las chabolas donde viven.
Enseñanzas para la universidad
A partir de este caso concreto se ha planteado una propuesta de colaboración entre la Universidad de Almería, la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea y la plataforma social vasca para la defensa de las personas migrantes y refugiadas Ongi Etorri Errefuxiatuak, con el propósito de dar a conocer esta realidad y compartirla con profesorado y alumnado del Grado de Educación Social.
La intervención socioeducativa a realizar consistirá en diferentes actividades con el eje común de las situaciones de injusticia y desigualdad que viven las protagonistas del documental, así como en la participación en espacios de debate sobre solidaridad, inclusión, regularización, y derechos humanos.
María Dosil-Santamaría, Profesora en el Departamento de Ciencias de la Educación en el área de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Amaia Eiguren Munitis, Docente del departamento de Didáctica y Organización Escolar. Facultad de Educación de Bilbao, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Anaitze Aguirre Larreta, Profesora Dep. Periodismo. Especialista en migraciones, género y comunicación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Fernando Jesús Plaza del Pino, Profesor Ayudante Doctor. Enfermería y MIGRAMED-GV (Máster Oficial de Migraciones, Mediación y Grupos Vulnerables), Universidad de Almería; Itxaso Fernandez-Astobiza, Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Joana Miguelena Torrado, Doctora en Educación. Profesora del Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad del País Vasco/ Euskal Herriko Unibertsitatea; Maitane Picaza Gorrotxategi, Doctora en educación, Departamento de Didáctica y Organización Escolar, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Naiara Ozamiz Etxebarria, Profesora adjunta en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Educación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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