No dejes que te roben la fe
Algunos niños experimentan una sensación morbosa, adictiva, al reventarle a sus compañeros la ensoñación de los Reyes Magos. Esos niños están por todas partes, son dueños de empresas, periodistas, economistas, abogados… Están por todas partes, nos rodean, son agoreros, y no son pocos.
Haber acertado en el asunto de los Reyes Magos no legitima, sin embargo, para abordar el resto de la vida con el mismo espíritu. El asunto al que me referí el lunes en TVE, o en la discusión de ayer por la noche en la SER, tenía más que ver con la fé que con la utopía.
Al plantear que España se podría convertir en un referente mundial contra la impunidad no estaba hablando de una utopía, estaba haciendo un acto de fe; al hablar el lunes en televisión de la necesidad de replantearnos el asunto de la pobreza y la inmigración, como forma de proteger nuestra especie, no estaba siendo retórico, sino profundamente espiritual. Llámenme creyente, si quieren, porque no voy a permitir que me roben la fe.