¿Está la nueva generación de presidentes de empresas menos interesada en influir en política?
Del poder de Emilio Botín se decía que cuando hacía alguna declaración sobre España, eclipsaba a los políticos sobre quienes ejercía una enorme influencia. Y de César Alierta se ha destacado su «gran» agenda de contactos políticos nacionales e internacionales. Pero la nueva hornada de presidentes de grandes compañías españolas, en la que a los nombres de Ana Botín y José María Álvarez Pallete, se puede añadir el de Dimas Gimeno, no parece compartir ese gusto por el lobby político de sus predecesores. Y la señal más evidente es que todo indica que van a dejar morir, según apunta Vozpopuli, el Consejo Empresarial para la Competitividad, una organización que agrupó a las 15 principales empresas españolas y que durante la crisis se esforzó en hacer presión especialmente en el exterior para mejorar la imagen de España.
El Consejo Empresarial para la Competividad se creó en febrero de 2011. Lo formaron las 15 empresas más grandes de España: Telefónica, Banco Santander, Repsol, Inditex, Acciona, BBVA, La Caixa, El Corte Inglés, ACS, Mapfre, Planeta, Ferrovial, Mercadona e Iberdrola, más el Instituto de la Empresa Familiar. Y su misión era contribuir a la mejora de la competitividad, ayudar a la recuperación y sobre todo fortalecer la confianza internacional en España.
Aunque en su consejo estaban representados todos los presidentes de las 15 empresas, el CEC se constituyó sobre todo con el impulso de César Alierta y Emilio Botín. El primero, de hecho, ha sido y sigue siendo, a pesar de su paso atrás en Telefónica, el único presidente del Consejo. Y su actividad como lobby político fue intensa durante unos años, los más duros de la crisis en los que España corrió el riesgo de tener que ser rescatada.
En abril de 2013 organizaron una gira internacional para impulsar la confianza en España y cambiar el discurso sobre el país. Organizaron «road-shows» y actos en 23 capitales de tres continentes para «cambiar el discurso sobre España», que llamaron la atención y fueron noticia en medios internacionales como Wall Street Journal, Corriere della Sera o Reuters, entre otros. Y en julio de ese mismo año, el CEC se reunió con Rajoy para trasladarle el resultado de su gira en la que organizaron actos en 23 capitales de tres continentes.
(Foto: Flickr/Mariano Rajoy)
Ahora sin embargo, el Consejo Empresarial para la Competitividad apenas tiene actividad. No se ha reunido desde hace meses. Algunos dicen que para evitar, a pesar de que se constituyó como lobby para influir en la política, tener que pronunciarse sobre asunto candentes como la falta de gobierno o el proceso secesionista catalán. La mayoría de los integrantes considera, hoy, que son temas sobre los que «ni pueden, ni deben posicionarse«.
En esta línea de renunciar a la influencia política parecen estar, sobre todo, los tres nuevos presidentes de Telefónica, Santander y Corte Inglés -irónicamente las tres empresas que más impulsaron en 2011 la constitución del CEC-. Tanto José María Álvarez Pallete, como Ana Botín como Dimas Gimeno consideran que su trabajo es gestionar sus empresas, no meterse en política. Y defienden no involucrarse ni posicionarse como colectivo antes los principales problemas políticos de España.
Del nuevo presidente de Telefónica se ha dicho que tiene un «pedigrí ejecutivo más típico» que su antecesor. Y la presidenta del Banco Santander ha hecho alguna manifestación sobre política, pero siempre con extrema prudencia, huyendo de cualquier pronunciamiento claro y de preguntas comprometidas, centrándose sobre todo en aspectos de gestión de la entidad. En cuanto a Dimas Gimeno, desde que se supo que fue candidato de Falange en tres elecciones, el presidente de El Corte Inglés ha evitado cualquier tipo de comentario o relación con la política.
En febrero de 2017, César Alierta abandonará definitivamente la presidencia del Consejo Empresarial para la Competitividad. Esa es la fecha más probable para que el lobby se disuelva o se diluya para integrarse en alguna otra organización, como la CEOE. Será otra señal de que el cambio generacional en España sigue su curso y marca sus propias normas.