Pedro J, Francisco Camps y las lágrimas de cocodrilo
-Pedro, acabo de ver tu videoblog y tienes razón, tengo que pedir disculpas. Pedro, mi amigo, voy a pedir disculpas como has pedido.
-Hombre, digo yo que pedirás disculpas porque lo crees necesario, no porque te lo haya pedido yo
-Si bueno, pero lo pediré en el Parlamento, donde deben decirse estas cosas.
La conversación no me la he inventado. Sucedió ayer, en términos similares, entre Francisco Camps y Pedro J. Ramírez. Pedro J, en efecto, había colgado en su videoblog un mensaje exigiendo a Camps disculpas por su salida de tono. Resulta que Camps lo vió y le faltó tiempo para llamar al director de El Mundo, y decirle que estaba dispuesto a seguir su consejo. Así fue.
La historia nos la contó ayer Melchor Miralles, habida cuenta de que Camps había autorizado a Pedro J. a hacerlo.
De todo esto, lo que más me inquieta como ciudadano, no es sólo comprobar cómo un político acepta plegarse a las exigencias de un periodista. Lo que más me inquieta es descubrir hasta que punto Camps es tan inconsciente como para ignorar, por sí mismo, la barbaridad que había soltado en el Parlamento. Pienso que es natural, por otra parte, tras la ovación que recibió de su grupo parlamentario. Pero las disculpas no debería pedirlas solamente él, debería pedirlas el grupo al completo.