El aumento del nivel del mar pone especialmente en riesgo a 39 naciones conocidas como Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDS, por sus siglas en inglés) que se están quedando despobladas y pagando las consecuencias de un cambio climático que no han creado. Para buscar soluciones y trazar el camino en la lucha contra la crisis climática se han reunido en una Conferencia Internacional auspiciada por la ONU, donde se pide una reforma financiera que les permita salir adelante y evite que el mundo pueda perder un solo país o cultura por el calentamiento global.


Existen 39 Pequeños Estados Insulares en Desarrollo que fueron reconocidos como un caso especial de apoyo durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de 1992. Están situados en algunas de las regiones del mundo más propensas a catástrofes naturales, a la subida del nivel del mar, las perturbaciones climáticas y la fragilidad medioambiental. Y además, tienen mercados nacionales pequeños y son vulnerables a las crisis y recesiones económicas.

En este final de mayo se celebra en Antigua y Barbuda la Cuarta Conferencia Internacional sobre los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDS4), donde se reúnen más de 20 líderes mundiales, representantes ministeriales de 100 países y 4000 participantes (representantes del sector privado, la sociedad civil, el mundo académico y la juventud) para abordar las cuestiones existenciales que afectan a estas naciones y para presentar un nuevo plan de acción destinado a aumentar la resiliencia en el camino hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2030.

Antonio Guterres, secretario general de la ONU, ha advertido en la inauguración de la SIDS24 que estas 39 naciones son “un caso de prueba” para la justicia climática y financiera en el que el mundo no debe fallar. Ha pedido que no se permita la pérdida de un solo país o cultura debido al calentamiento global. ni la continuación de un “mundo financiero de dos velocidades” en el que los ricos se vuelven más ricos y los pobres, más pobres.

Muchas naciones insulares han puesto en marcha hojas de ruta para alcanzar el 100% de generación de energía a partir de recursos renovables para 2030, pero queda mucho por hacer. Y en general, estas naciones carecen de la resiliencia suficiente para hacer frente a la creciente incidencia de los desastres naturales, algo que ya vivió Antigua y Barbuda tras sufrir el devastador impacto de los huracanes Irma y María, que azotaron el Caribe en 2017.

A la vulnerabilidad climática, se une también la del impacto causado por el Covid o la invasión rusa de Ucrania. Guterres ha recordado que la financiación internacional es el combustible del desarrollo sostenible, pero los pequeños Estados insulares se están “quedando vacíos”, ahogados por la deuda y el aumento del nivel del mar. Por eso se pide una reforma financiera que les permita salir adelante.

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