El 25 de abril de 1974, una revolución militar y cívica pacífica acabó con la dictadura de Salazar en Portugal sin disparar un tiro y con el pueblo cantando en las calles el «Grandola Vila Morena». Fue la última revolución que vivió Europa y muchos de sus protagonistas siguen vivos. Ahora se conmemoran los 50 años de la conocida como «Revolución de los Claveles», un acontecimiento que cómo resalta Emilio Silva, presidente de la ARMH en el programa La Cafetera de Radiocable.com distingue a Portugal y marca una serie de diferencias con respecto a España: «Acabaron con una dictadura más larga que la nuestra con una revolución pacífica y poniendo un punto final en las calles, mientras nuestra gerontotransición nos ha traído al punto en el que estamos ahora». Y subraya coo esto ha provocado una cultura antifascista en Portugal y en otros países como Italia que también celebra el 25 de abril el fin del fascismo, que ha calado especialmente entre los jóvenes.

Cuando se cumplen 50 años de la Revolución de los Claveles, en The Conversation repasan la historia del fin del Estado Novo en Portugal, un hito histórico marcado por las imágenes de los jóvenes soldados con claveles en sus fusiles. Se examinan aspectos como la relación entre Franco y Salazar, el papel de Cuba en la revolución o el proceso hasta la democracia.


Alexandre Rotenberg / Shutterstock
Fernando Camacho Padilla, Universidad Autónoma de Madrid

El pasado 12 de abril, el presidente de la República de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, inauguró “O MFA e o 25 de abril” en Lisboa, una muestra que pretende ilustrar el papel del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) en el derrocamiento de la dictadura y la construcción de la democracia.

En la exposición fotográfica se insiste especialmente en el origen del levantamiento militar: el descontento del ejército por la insistencia del Estado Novo en continuar la guerra colonial, especialmente en Guinea Bissau, donde el desgaste fue mayor que en Angola y Mozambique.

Esta es una de las muchas exposiciones de fotografía que en estos días se pueden ver en distintos municipios del país. La de Oporto es otra de ellas, o la del municipio de de Amadora.

El fotógrafo más presente en todas es Alfredo Cunha, autor de un libro que reúne las imágenes más representativas del proceso. Dado que la mayor parte de los capitanes que organizaron la revolución tenían menos de 30 años, casi todos continúan vivos, lo cual hace que esta celebración cuente con su presencia. Sin duda, es un hecho singular con relación a otros procesos históricos lejanos.

Al caminar por Lisboa en estos días se pueden contemplar numerosos carteles que conmemoran el 50º aniversario de la revolución donde prevalecen imágenes de los jóvenes soldados con claveles en sus fusiles, pero también los rostros de felicidad de las personas que celebraban el fin del Estado Novo (1933-1974).

Este decorado urbano es único en Europa Occidental, ya que ningún otro país tuvo procesos revolucionarios en fechas tan recientes que hayan dado lugar a las actuales democracias.

La agenda de celebraciones incluyen numerosas actividades académicas y ciclos de conferencias. También se organizan encuentros políticos, e incluso cenas con los miembros de la Asociación 25 de Abril, los veteranos que hicieron posible la caída de la dictadura.

A diferencia de lo que ocurre en otros países que tuvieron dictaduras conservadoras tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la derecha en Portugal no se ha sentido nostálgica del salazarismo –gobierno de António de Oliveira Salazar– ni del Estado Novo, a excepción de algunos dirigentes del partido extremista Chega, que obtuvo sus mejores resultados electorales en las votaciones del pasado marzo. Esta actitud se refleja, por ejemplo, en la apertura total de los archivos que albergan los documentos de la dictadura.

La relación entre Salazar y Franco

A pesar de la conmoción que generó la revolución portuguesa en la sociedad española, con motivo del 50 aniversario prácticamente no se han organizado eventos ni debates en España que guarden relación con lo que significó este proceso, ni tampoco nuevas reflexiones sobre lo que fueron las relaciones de Salazar con el dictador español Francisco Franco.

Algunos investigadores han publicado recientemente algunos libros que permiten esclarecer algunos interrogantes. Según estos, Franco devolvió la ayuda que le prestó Salazar durante la guerra civil española mediante un decidido apoyo político, militar y diplomático durante la guerra colonial portuguesa (1961-1974), en ocasiones encubierto.

El papel de Cuba

Sin embargo, menos atención ha tenido el estudio de lo que fue el papel de Cuba en la Revolución de los Claveles. Si bien es cierto que directamente no tuvo implicación, indirectamente tuvo mucho que ver. Desde 1965, Cuba apoyó la formación de cuadros guerrilleros de los movimientos de liberación que combatían al Estado Novo. Comenzaron los caboverdianos y les siguieron guineanos, angoleños y mozambiqueños.

Además, alrededor de 600 internacionalistas cubanos combatieron junto al PAIGC (Partido Africano para a Independência da Guiné e Cabo Verde) en Guinea Bissau contra el ejército portugués, y un grupo menor en Angola durante un periodo más breve.

En 1969, el capitán cubano Pedro Rodríguez Peralta fue capturado por un comando de paracaidistas portugueses cerca de la frontera con Guinea Conakri y poco después trasladado a Lisboa, donde permaneció encarcelado hasta el derrumbe del Estado Novo. Entonces logró su liberación y regresó a Cuba.

Con relación a la metrópoli, en Cuba fueron entrenados también varios integrantes del brazo armado del Partido Comunista portugués, llamado Acción Revolucionaria Armada (ARA), que cometió varios atentados y actos de sabotaje en Portugal a comienzos de los años setenta del siglo pasado, aspecto poco conocido e investigado por algún historiador.

Un año más tarde de la salida definitiva de las tropas, en 1976, la ultraderecha portuguesa, con el apoyo de la CIA, perpetró un violento atentado contra la embajada cubana en Lisboa en venganza por las acciones cubanas contra el Estado Novo que se cobró la vida de dos diplomáticos.

El cansancio de la guerra en el ejército portugués y la escasa voluntad de Marcelo Caetano, quien había sucedido a António de Oliveira Salazar en 1968, en desprenderse de los territorios africanos, llevó a un sector de la tropa a levantarse en armas.

Carlos de Almada Contreiras, capitán de navío de la marina portuguesa e importante protagonista de la revolución –él fue quien indicó la canción “Grândola Vila Morena” como contraseña para la operación militar de esa mañana–, afirma que se inspiraron en el golpe de Estado de Pinochet, del cual se informaron mediante el Libro Blanco del Cambio de gobierno en Chile, que acababa de ser publicado por las Fuerzas Armadas chilenas para justificar su acción contra el gobierno democrático de Salvador Allende del 11 de septiembre de 1973.

Además, las reformas puestas en marcha en Portugal tras el 25 de abril y hasta noviembre de 1975 tuvieron muchas similitudes con el proceso de la Unidad Popular de Chile (1970-1973), especialmente la reforma agraria.

La revolución democrática

Pasadas cinco décadas del estallido de la revolución, durante las cuales han salido numerosos estudios históricos de gran valor y han sido publicados numerosos testimonios de los protagonistas de la época, se puede concluir que este proceso siguió el sendero democrático como ningún otro en el mundo.

Para empezar, una vez desarticulado el Estado Novo y sus aparatos represores, en cuestión de poco tiempo el poder fue entregado a la sociedad civil y los militares dejaron de ocupar responsabilidades políticas.

En lo que se refiere a los territorios coloniales, Portugal fue consecuente con el compromiso de concederles la independencia plena, sin intentar establecer un sistema neocolonial con el que, además de poder ejercer influencia política, las empresas de su país hubieran mantenido el control de los sectores estratégicos de las respectivas economías.The Conversation

Fernando Camacho Padilla, Profesor contratado doctor del departamento de Historia Contemporánea, Universidad Autónoma de Madrid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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