Premios y Castigo
Quizá es que en el B612 nos contemplamos los humanos desde un prisma diferente. Tampoco tengo claro si esa perspectiva es real o irreal, buena o mala, no lo sé, y además creo que si a estas alturas del asunto no lo he averiguado ya nunca lo haré. Pero me da la impresión de que sería mejor que, como el Principito, tratara de pasearme un poco más por los demás universos a ver si así llego a entender el cómo y el porqué del resto de los movimientos estelares. Pero hasta que tome la decisión, o me tapo el pensamiento con esparadrapo o me temo que la rebelión, de momento, va a seguir como siempre.
Parece que lo estoy oyendo: ¡ A ver que le pasa a ésta hoy… ! Me pasa que me puede la indignación y la vergüenza ajena.
Que el Séptimo Arte español haya sido capaz de contemplar y tolerar impasible, desde mi criterio siempre, el derroche de zafiedad, ofensa y humor de lo peor, del «elegido entre los elegidos» José Corbacho, en la presentación de la gala de los Premios Goya, no dice nada en favor de los responsables del evento. No estoy cuestionando el mérito de los premiados, ni las decisiones del jurado de la Academia de Cine, que en esta ocasión comparto (Si El orfanato hubiera llegado a hacerse con todos los laureles para los que estaba nominada, o hubiese estado en Hollywood el 28 de febrero, la autoestima de mi discernimiento cinematográfico se habría despeñado)
Razones de mi crítica: Imperdonable el recochineo del irónico abordaje en el patio de butacas, del presentador a a Belén Rueda inmediatamente después de que la actriz se viera apartada del premio.
Imperdonable la parodia que utilizando imágenes de Las 13 rosas y amparándose en los derechos del humor, trivializara (dicho suavemente …) tremenda historia.
Imperdonable su vestimenta amarilla, envuelta en «divertida» provocación en un foro donde ese color, lo entendamos o no los profanos, está maldito.
Imperdonable todo, porque la lista no habría terminado . Y lo más triste ha sido que no se ha tratado de una escasez de medios, porque de eso hubo derroche, sino que lo que se tambaleara fuera la escala de valores. Porque lo más imperdonable es que nadie dijera esta boca es mía ante semejante cadena de errores, y continuaran aplaudiendo como si nada.
Queda bien claro que, en este país, aunque la mona se vista de seda mona se queda. Y visto lo visto, creo que seguiré habitando la planta baja del asteroide.