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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

Algunos diarios extranjeros sostienen que el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, intentará aprovechar la Presidencia Europea para recuperar su imagen.

El gobierno, es cierto,  tiene muchas esperanzas depositadas en el semestre de la Presidencia.  Hay una gran confianza dentro del ejecutivo en que la proyección mediática de la misma,  sumada al acercamiento de Obama y los EEUU, y al fin de la recesión -si es que llega- devolverá la confianza ciudadana hacia el proyecto de Zapatero.

Sea como fuere, la Presidencia europea no debe ser leida solamente en clave electoral. Es una gran oportunidad para nuestro país: nos da proyección exterior, y un alto grado de interlocución política. Es la ocasión perfecta para enseñar nuestras fortalezas, vender la marca «España», mostrar nuestros nuevos sectores de innovación (las eólicas, la biotecnología, la alta velocidad)

Porque durante los próximos seis meses se celebrarán más de 350 reuniones de alto nivel en España. Estarán enmarcadas en los cerca de 3.000 actos que tendrán lugar mayoritariamente en Bruselas:

«Madrid, Barcelona y Andalucía acogerán las principales reuniones, como las cumbres de la UE con Estados Unidos, América Latina, los países del Mediterráneo y Marruecos», -dice EFE.

Además de la salida de la crisis, las prioridades que se ha fijado el Gobierno pasan por la aplicación del Tratado de Lisboa, el reforzamiento de la influencia de la UE en el mundo y la consolidación de los derechos sociales. A estos objetivos se une el de la seguridad y el de crear un cuerpo diplomático europeo.

La asignatura pendiente está en la ciudadanía pues sigue sin valorar el espíritu europeo. Superar eso debería ser una prioridad total para las Instituciones europeas. Sólo cuando la gente comprenda que le debemos gran parte de nuestro desarrollo a nuestra integración en Europa podremos impulsar un proyecto verdaderamente fuerte. Eso lo saben muy bien en EEUU, y por cierto, no les gusta nada.

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