Sebastián y Gallardón II
Recibo demasiados correos electrónicos, de buenos amigos, extremadamente molestos por mi post de esta mañana en el que pedía la dimisión de Sebastián.
No soy tan ingenuo a estas alturas como para no saber de antemano que mis palabras iban a ser duramente recibidas. Creo de verdad que rectificar es de sabios, -y he rectificado siempre que ha sido necesario, pidiendo disculpas, como es natural- pero de nuevo me ratifico en lo que he dicho esta mañana.
La pregunta que hizo Sebastián a Gallardón podía formularse de muchas maneras pero Sebastián lo hizo así:
[mostrando una portada con la foto de la imputada] «que responda a la pregunta:…si en algún momento ha mantenido usted alguna relación con alguna de las personas implicadas en la operación Malaya… acerca de actuaciones urbanísitcas en la ciudad de Madrid….»
La pregunta tenía muy mala intención porque Sebastián no la improvisó en el calor del debate sino que la repitió hasta tres veces y siempre leyendo el papel que traía consigo. En mi opinión había un claro afán por mantener la ambiguedad en la misma. Y eso es deplorable.
Otra cosa, sin embargo, es que el diario EL MUNDO tenga la poca vergüenza de decir que Sebastián ha ensuciado la campaña. No es EL MUNDO quién para dar lecciones de integridad. Tampoco es de recibo que Gallardón tenga la desfachatez de mentir sistematicamente sobre Sebastián, su salida del BBVA o las gestiones de la oficina económica de Zapatero. Pero, como decía esta mañana, estos asuntos se resuelven en los tribunales.
Insisto: puede que Gallardón no tenga ética personal, pero de un candidato progresista yo sí la espero. Si Sebastián quería denunciar un caso de corrupción que desconocemos debería haberlo hecho con pruebas en un tribunal, no en TVE. Especialmente, porque ya fue publicado que las llamadas realizadas entre Gallardón y Corulla -que estaban intervenidas- no fueron incluidas en el sumario por tratarse de conversaciones privadas, ajenas a la investigación. Y si tenemos confianza en el sistema judicial español -y cabe esperar que Sebastián lo tenga-, deberíamos respetar sus actuaciones.