Casas, armas, naves espaciales y hasta carne… ya se habían realizado experimentos para lograr todas estas cosas mediante una impresora fabbing o 3D. Pero ahora se ha dado un paso más. Algunas empresas punteras e instituciones de investigación han creado tejido humano y hasta órganos con esta tecnología. Es la llamada Bio-impresión.
Ya se ha implantado por ejemplo una tráquea de impresión 3D en un bebe de EEUU, Garrett Peterson, que padecía traqueomalacia, una enfermedad que debilitaba el cartílago e impedía el paso del aire a sus pulmones. Expertos de la Universidad de Michigan crearon con una impresora 3D una férula que le fue implantada el 31 de enero y le ha permitido respirar. También se han utilizado partes hechas con esta tecnología en la reconstrucción de un cráneo e investigadores nortemaericanos han logrado avances en la creación de un hígado impreso.
En China, científicos de la Universidad de Hangzhou Dianzi dicen haber desarrollado la primera impresora 3D capaz de imprimir tejido vivo. La han llamado Regenovo y con ella han logrado varias muestras, incluidas unidades de hígado y cartílago de la oreja humana.
Existe también una empresa, Organovo, que investiga también en este campo con fines comerciales. Utilizan células de tejidos y células madres donadas para intentar crear modelos auténticos de órganos humanos, principalmente hígados, para análisis de drogas. Y tienen su propia impresora.
Investigadores como José Becerra, catedrático de Biología Molecular de la Universidad de Málaga, explican en Cinco Días, que la creación de órganos humanos están mas cerca de lo que parece: «Hay algunos órganos sencillos de hacer. Aunque cuanto más grandes y vascularizados, más complejos serán”. Actualmente hay dos técnicas para imprimir órganos. La más desarrollada es la que fabrica unos andamios hechos con polímeros biocompatibles con el cuerpo humano. Esas estructuras se repueblan de células en un biorreactor y de ahí salen tejidos y órganos.
La segunda, y más compleja, consiste en imprimir los órganos capa a capa, con una sujeción llamada biopapel. Ambos sostenes se degradan para no dar problemas en el interior del cuerpo humano. Los cartuchos que utilizan las impresoras son células fabricadas en el laboratorio.
En Europa se ha creado un consorcio llamado Stenbancc para avanzar por este camino, donde se incluyen centros de investigación y multinacionales farmacéuticas como Roche, Boehringer Ingelheim, Lilly, Janssen, Novo Nordisk, Pfizer y Sanofi-Aventis. A esta farmaceuticas les interesa especialmente la posibilidad de hacer ensayos en estos tejidos y organos «impresos», en vez de en animales.