Me propongo escribir brevemente sobre un asunto que me plantea contradicciones y dudas. Preferiría no hacerlo todavía, hasta tener una posición mas firme, pero no quiero que el silencio se reinterprete como se está haciendo.
Hay reproches vía twitter a los medios de comunicación porque «no están tratando la huelga de hambre» iniciada por Jorge Arzuaga, el jóven bilbaino de 25 años, en la Puerta del Sol de Madrid. Reclama la dimisión del gobierno.
No es exacto denunciar, como hace la televisión rusa, y como insisten en las redes sociales, que los medios hayan tapado la noticia : Antena3, EuropaPress, El Periódico, El Correo, El Mundo, Cuatro, Tele5, Público, La Sexta Noche, EiTb, Cuarto Poder , LaRioja.com ..hasta Intereconomía, han hablado de ello y sospecho que medios con escrúpulos laxos y otros que no van a debatir en profundidad sobre las consecuencias, están a punto de hacerlo.
Es un asunto en todo caso sobre el que todavía no tengo suficientemente clara mi posición y pido disculpas a quienes si la tengan. Aquí lo que me inquieta:
¿Por qué hablo de escrúpulos? La primera duda sobre la iniciativa de Jorge no tiene que ver con lo que pide, sino con el como lo pide y de que manera afecta eso a los medios. Los medios de comunicación tienen una función, pero deberían tener también una responsabilidad. En este caso, cabe la duda de si hablar de la noticia supone estimularla. Y no solo en términos informativos, que también. Pero ¿qué pasa si mañana decide seguir adelante con su huelga de hambre al verse respaldado por los medios de comunicación? ¿Qué sucede si sufre secuelas por ello? ¿sobre que conciencia va a pesar?
Otra duda tiene que ver con el tiempo que vivimos: ¿convertirán en espectáculo su salud?. La televisión banaliza aquello que retrata. Es capaz de transformar cualquier reivindicación en simple entretenimiento. Si el tema da audiencia seguirá en antena, de lo contrario desaparecerá de la parrilla. Y hay algo de complicidad en la audiencia, por lo menos en una parte de ella. Una parte no pequeña de los espectadores mantendrán su atención durante los 20 segundos de telediario y luego cambiará de canal para seguir viendo a Belén Esteban. Pero Jorge seguirá allí, en Sol. Mi crítica aquí no es con Jorge, sino sobre todo con la televisión y con una parte de la audiencia.
Hay por último otro tema, relacionado con el debate democrático que plantea rebelarse así: En lo colectivo: ¿Es democrática esa forma de protesta para forzar un cambio? ¿qué hacemos si mañana un chico Provida decide ponerse en huelga de hambre hasta que se prohíba el aborto? ¿debemos los medios dar voz también a esa protesta?
Y por otro lado, en lo individual: ¿No es una forma de chantaje moral? Obviamente nadie quiere que le ocurra nada, por lo que hay algo de coacción en esto: ¿no obliga a los demás a sentirse moralmente responsables de su salud y también de su reivindicación? El debate se ha planteado también en meneame, incluso entre personas que dicen compartir las quejas de Jorge.
Que el PP está incumpliendo su programa electoral es obvio. Que quizá deberíamos recortar los procesos electorales para votar cada dos años y evitar fraudes como el que protagoniza el gobierno es posible; Que hay razones para pedir la dimisión del ejecutivo parece bastante razonable. Ahora bien, existe un mecanismo democrático indiscutible para expulsar del sistema a quien abusa de él, y en todo caso Jorge no está pidiendo nuevos mecanismos para hacerlo, sino «la dimisión del gobierno».
Por eso, desde el respeto a la libertad de cada uno para hacer lo que desee consigo mismo, y como decía al principio, sin tener suficientemente clara mi posición todavía, me resulta fácil comprender las reticencias de la prensa.
Actualización. Esta advertencia de Víctor Alonso Rocafort, profesor de Teoría Política en la Universidad Complutense de Madrid, me resulta muy interesante: «Este caso es incomparable con, por ejemplo, las huelgas de hambre realizadas en las prisiones y que surgen de decisiones colectivas. En esos casos, los presos no tienen apenas otras opciones de resistencia. Y se suelen plantear hasta el final, como medidas de presión para mejorar situaciones de opresión muy concretas sentidas como injustas».
«La acción de Sol es una huelga de hambre que no se plantea hasta el final, sino hasta que haya la más mínima situación de riesgo –precisa Rocafort–. A diferencia de lo que sucede en las cárceles, no hay nadie que pueda comprobarla y monitorizarla, más allá de los controles del SAMUR. Introduce asimismo un elemento personalista a partir de la generación de un tipo de afectos más ligados a la sociedad del espectáculo que a promover una política. (…) Recordemos, además, que una huelga de hambre es una acción desesperada que trata de provocar en la gente afectos como la lástima y, donde se quiera o no, promueve en determinadas personas el impulso de imitar la acción, poniendo así sobre la mesa el ‘no te vas a dañar tú solo como forma de protesta’. El caso de Sol no surge de ningún colectivo ni de ninguna experiencia de lucha previa (…)».