Hoy todos los analistas, incluidos corresponsales extranjeros con los que hemos hablado, decían lo mismo: El de ayer fue un debate lento, encorsetado, antiguo y prescindible. Desde la puesta en escena a la distribución de los tiempos, desde el grafismo a los planteamientos. Lo fue en el fondo y lo fue en la forma. Si alguien pretendía retratar la cultura política de este país como moderna y avanzada, se lució. Quizá ese fue el problema: «se hizo a imágen y semejanza de los candidatos».
Antes de llegar al debate Rajoy envió esta foto por Twitter: «Ultimando detalles» -twitteaba.
(Muebles de estilo clásico, minibar tras él, papel pintado en la pared, plato de jamón sobre una mesa llena de papeles y candelabros con velas de navidad gastadas. Rajoy pareció prepararse el debate en la casa de los Alcántara). Eso respecto a la forma, porque en lo que al fondo se refiere la cosa no fue mejor. A pesar de lo que había anunciado la Academia de Televisión, PP y PSOE habían acordado un formato extremadamente encorsetado, de riesgo limitado. Hubo datos, -tampoco demasiados- pero no hubo debate. El primer bloque, económico y de tiempos más dilatados, se convirtió en un plomo televisivamente hablando.
La puesta en escena parecía de los años 80 -nos decía una corresponsal extranjera
Una de las anécdotas más comentadas fue cuando el candidato del PP confundió los apellidos de su contrincante: -Pérez con Rodríguez, en alusión a Zapatero-. Rajoy se excusó recordando que hace cuatro años estuvo en un escenario parecido con Rodríguez Zapatero. «-Y perdió el debate, me acuerdo», señaló Rubalcaba a lo que el líder del PP matizó: es que me recuerda usted mucho a Rodríguez Zapatero porque han gobernado juntos.
Pero además de la retranca, Rajoy mostró determinación, aunque solo en las formas, sin arriesgar nada, y sin desvelar su política -ni la de los recortes, ni la social en temas como el matrimonio homosexual, el aborto, etc..-
Rajoy, sorprendentemente, ganó el debate. En parte porque las expectativas eran muy bajas para él. -Lo había avisado González Pons por la mañana en diversos medios de comunicación cuando dijo que «se trataba de convencer no de vencer», prueba de que ni siquiera el propio PP pensaba que Rajoy podía ganar-. Pero también ganó porque el candidato se limitó a leer su guión (mal en términos televisivos, pero carente de riesgos) Rajoy leyó incluso al afirmar:
«Les propongo que trabajemos juntos para que España…levante cabeza y para levantarla (baja la cabeza para leer) …con orgullo» -continuó.
Pero no importó, porque hablaba con la seguridad del que se sabe presidente del Gobierno en todas las encuestas:
«no le va tan mal el debate, no se ponga nervioso», -llegó a decirle a Rubalcaba.
Y no sólo Rajoy se sabía vencedor, Rubalcaba le dispensó ese mismo trato «dando por hecho -como señala hoy el Financial Times- que Rajoy, y no él, será el próximo presidente del país».
Rajoy evitó la confrontación y mostró su cara más amable y dialogante, (igual que hizo en el año 2000 cuando dirigió la campaña de Aznar y éste alcanzó la mayoría absoluta). Rubalcaba, por su parte, pareció utilizar la misma técnica que Felipe González usó en los debates contra José María Aznar, en los años 90, pero no resultó: preguntó insistentemente a su interlocutor para tratar de destapar su programa, pero Mariano Rajoy no entró. Hubo momentos incluso, en los que ni siquiera contestaba, limitándose a lanzar buenos deseos a la cámara sobre el cambio de gobierno.
Alfredo Pérez Rubalcaba, sobre quien las expectativas eran muy altas, había comenzado el debate visiblemente encogido, arrugado, y con la boca seca (La Stampa ha dicho hoy que el candidato socialista parecía un «contable» hojeando el programa popular). Y cuando empezó a estar cómodo era demasiado tarde.
En términos de dialéctica, Rubalcaba vació su depósito de credibilidad cuando entró a «discutir de lo indiscutible» con Rajoy: Que el gobierno ayudó a la banca, o que el PP tuvo que pedir un crédito para pagar la seguridad social en 1996. Porque matices al márgen, verdad o no, son dos mensajes que la gente ya tiene interiorizados.
Lo que se trasladó al ciudadano es que Rajoy tenía una estrategia para el debate -pasar desapercibido- y que le salió correctamente, mientras que Rubalcaba parecía no tener un mensaje claro que hacer llegar a los ciudadanos: El «hay dos modelos, el de los recortes y el de la protección», no funcionó o no lo demostró suficientemente. Su estrategia consistió e intentar pillar en un renuncio a Rajoy. Pero el gesto de sinceridad cuando afirmó «la solución es muy complicada y no tengo solución a todos los problemas», no ayudó precisamente.
Rajoy dijo 40 veces ‘empleo’ y Rubalcaba 13 veces ‘crisis’. Más de 12 millones de espectadores lo siguieron. Alcanzó un 54.2 de share . Según la encuesta de Invimark para La Sexta un 48,6% de los encuestados dieron la victoria a Rajoy y un 39,9 a Rubalcaba. Según el sondeo flash realizado por Metroscopia para EL PAÍS, Rajoy ganó con un 46% ante un 41% de Rubalcaba. Solo el diario Público le dió la victoria al candidato socialista.