Eugene Robinson – Washington. ¿Quién tiene más que perder en términos políticos fruto de esta apuesta arriesgada a la clausura de la actividad federal por falta de fondos? ¿El presidente de la Cámara John Boehner? ¿El presidente Obama? ¿Los Demócratas del Senado? ¿Los Republicanos del movimiento fiscal?
La respuesta correcta es todos los de arriba, además de la propia democracia estadounidense. Como prueba, no hace falta más que fijarse en el último sondeo NBC News/ Wall Street Journal que indica que Donald Trump va segundo por detrás de Mitt Romney como candidato a hacerse con la candidatura presidencial Republicana.
Donald Trump.
Mire, Donald me cae bien. Es la quintaesencia del carácter estadounidense, el impetuoso multimillonario que tiene más de showman Taylor Barnum que de inversor Warren Buffett. Como promotor inmobiliario, nos ha dado una buena dosis de porquería pero también algunos edificios históricos; su Torre Trump de Chicago, por ejemplo, es un hermoso edificio que alberga un magnífico hotel. Como famoso y estrella de la televisión, interpreta a la perfección su papel. Y como famoso que se promociona sólo, hasta en una era que los historiadores podrían bautizar como la Edad que la Vergüenza Olvidó, tiene contados rivales.
Pero cualquiera que pueda imaginarse en serio a Trump Presidente de los Estados Unidos — el presidente real, inquilino de la Casa Blanca, el que toma decisiones fatídicas de guerra y paz — tiene que estar proyectando algo más profundo y significativo que la falta de solidez del elenco Republicano. Quiero decir, venga ya. Trump ni siquiera llega a activista del margen político al que le falta una tuerca, aunque es lo que simula ser, con sus tonterías acerca del lugar de nacimiento de Obama. Es una caricatura, un dibujo animado, un «candidato» sólo en el sentido humorístico.
Pero aun así el 17% de los Republicanos encuestados por la NBC sí se toman a Trump en serio – los mismos partidarios que Mike Huckabee, un antiguo gobernador que en 2008 se hizo con el segundo mayor número de compromisarios en la convención del Partido Republicano. En el sondeo, Romney va por delante con el 21%; del resto, sólo Newt Gingrich con el 11% y Sarah Palin con un 10% superan la cota del 10%.
Esto tiene que deberse en parte a la familiaridad del nombre — sólo en parte, porque conocer el nombre de Trump no es lo mismo que decir que debe representar a una de las formaciones relevantes en unas presidenciales. El actor Charlie Sheen tiene un nombre conocido. Los actores Gary Busey y Lil Wayne tienen nombres conocidos.
La fama de Trump en la carrera electoral también se debe al hecho de que es empresario — y, tal vez, que también interpreta a uno en televisión en «El Aprendiz». A lo largo de los años, Trump ha hecho maniobras inteligentes y otras estúpidas. Ha amasado grandes fortunas — y también las ha perdido. Pero al margen de su perspicacia como negociador, no podría mantener sus trajes a medida ni sus productos capilares en caso de llevar sus asuntos como los que llevan nuestros funcionarios electos.
La nación más rica y poderosa de la Tierra lleva más de la mitad de su ejercicio fiscal sin tener unos presupuestos. Venimos funcionando últimamente gracias a planes extraordinarios de gasto público para ir tirando de dos a tres semanas más. Esta irresponsabilidad sin paliativos se produce en un momento en que el país está librando guerras en Oriente Medio y lucha por recuperarse de la peor recesión económica desde la Gran Depresión – un tiempo de gran incertidumbre y elevada ansiedad en torno al lugar de América en el mundo. Ahora llega la grave amenaza de clausurar la actividad pública por falta de fondos, estrictamente como cuestión de intriga política.
Yo culpo a los Demócratas por no tramitar unos presupuestos el año pasado, cuando se suponía que tenían que hacerlo, teniendo todavía grandes mayorías en las dos cámaras del Congreso. Culpo a los Republicanos por sus exigencias en permanente cambio, que parecen proceder de una formación integrada por chavales de dos años de edad. Pero lo importante aquí no es quién es el responsable. Lo importante es que en el sentido más amplio, nadie está siendo responsable.
No es forma de administrar una república bananera, y no digamos la superpotencia. Dejemos a un lado, por el momento, los retos de mayor peso — infraestructuras que ceden al paso del tiempo, una actividad industrial que desaparece, crecientes desigualdades, derechos sociales sin los recursos suficientes asignados, un ejército al límite de sus posibilidades. Dejemos a un lado la llegada de China, la caída de los autócratas árabes, el cambio climático y nuestra terca adicción al petróleo. En uno de los deberes más básicos de cualquier gobierno — redactar unos presupuestos, incluso si no salen adelante — nuestros funcionarios electos han fracasado estrepitosamente.
Es la clase de fracaso incomprensible que hace que la gente llegue a la conclusión de que el sistema no funciona. Es la clase de fracaso que hace que los electores busquen un caballero de brillante armadura, un cruzado con capa, un Caballero sin Nombre – tal vez hasta uno de Nombre Insalvable. Suerte tenemos de que los sondeos sitúen a Obama en buena posición hasta el momento para derrotar a cualquiera de los Republicanos mencionados. También tenemos suerte de que la «candidatura» de Trump sea un numerito.
Y esperemos que Charlie Sheen siga manteniendo fuera de la política su ADN de Adonis triunfador.
Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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